Hundió sus manos...




Hundió sus manos en la herida como nadie nunca lo hizo. ¿Eres tú?, preguntó.


Sí, soy yo, aquél al que todos seguían por su forma de hablar.


Y ¿qué ha pasado para que ya nada sea igual?, preguntó de nuevo.


Ni yo lo sé, dijo compungido.





¡Ha estallado la paz!

Radio Tirana informa: ¡Ha estallado la paz!


En un albanés claro, el breve mensaje ha sido interceptado a primera hora de la mañana en la difícil orografía de Kosovo. Veinticinco mil familias se beneficiarán de un programa que luego morirá de éxito. Aunque nunca, jamás, en absoluto, se superará el drama de los Balcanes, se trabajará desesperadamente en la unificación de las familias, partidas por la guerra y el orgullo, por la batalla y la edad avanzada de los que prefirieron quedarse. Sí, la guerra ha terminado. ¡Reagrupaos! Desde Macedonia y Montenegro en la Cruz, también el Cristal y la Media Luna, de un rojo sonrojante, se trabaja a destajo. No hay tiempo. ¡Aprovechad el momento! ¡El mundo duerme! La Agencia Central de Búsquedas trabaja día y noche para restablecer el contacto entre las víctimas, para la reunión de las familias dispersas, por bosques remotos, montañas oscuras y laderas de muerte, en particular de los niños con sus padres, si es que todavía son niños y si todavía, cuando los encuentren, existen padres sin tierra removida por encima de sus hambrientos cuerpos.

Kosovo. Navidad-1998.



Podría haber sido, pero ni siquiera fue en Navidad. La guerra terminó en marzo de 1999 en Rambouillet… y terminó para que empezara otra, esta vez internacionalmente invasiva, que puso fin a las batallas y a la tiranía, no al conflicto: ya nunca se dejará de mirar de reojo al vecino…



Este fin de año voy a reflexionar. Este fin de año que viene me ha hecho un fin de año mayor. Este fin de año también tengo que ¿felicitar? a los demás por Navidad. Y me ha salido esto. A lo mejor mañana estoy un poco más contento.


Una oración por la sierra...



Ayer fuimos parte de un todo que llegaba hasta donde la imaginación y las encinas nos dejaban ver. Fuimos parte de un pedazo de historia que escribieron el río, los pinos, sus sombras y millones de estrellas en un cielo infinitamente limpio. Fuimos un trozo de la ilusión por levantar cosas, las que fueran, barrer espacios impensables y construir edificios singulares en una naturaleza sin igual. Fuimos nosotros siempre, en un tiempo sin horas, un reloj sin agujas plagado de recuerdos y cariños que nunca volverán… Fuimos adolescencia y juventud en estado puro, sin puertas, sin límites, sin freno alguno, sin parangón. Fuimos rebelde conciencia hermanada en un pequeño huerto del que bebían las fuentes de los sueños, las risas y la amistad. Fuimos hijos de un puente de piedra polifémico, un sólo ojo que nos unía y separaba a la vez de la despiadada civilización. Fuimos hijos de las gentes llanas de aquellas tierras, de sus vides y olivos, de sus casas y bodegas… Fuimos hijos de una tierra abonada por cientos de almas puras, pulidas y pulidas con el espíritu del atrevido huesudo que un buen día decidió que El Poverello estuvo allí, que siempre estuvo allí. Fuimos lo que quisimos, porque alguien se ocupó de que fuéramos nosotros mismos.


Y ahora somos fruto maduro de la libertad conseguida sin aspavientos en abrazadas inquietudes de juventud. Somos la suerte siempre buscada por otros que camina, acaso corre, sin tristezas. Somos nosotros, sin remedio. Ahora somos padres de una naturaleza que espera que la mimen como ella hizo con nuestras conciencias, de una naturaleza que tan sólo espera que volvamos para preguntarnos, con total tranquilidad, cómo estamos y qué fue de nosotros. Somos padres de unas ideas bañadas desnudas en el Árrago, extendidas en una vieja plaza de lo que un día quiso ser un campamento juvenil y guardadas con cariño hasta el año siguiente en un viejo refugio hecho con manos profanas… Y sólo vendimos y vendemos libertad, la máxima expresión que un ser humano pudo jamás alcanzar. Vendemos la semilla que prendió en nuestros corazones sin apenas darnos cuenta… un amanecer tan hermoso que nunca llegó a su final. Ahora es nuestro momento, no se nos puede olvidar, … ahora y en la hora de nuestra vida vivida.


Amén.





Mi naranjo.





Os presento a mi naranjo.

Este año me ha dado 17 naranjas.

El año pasado me dio otras 17.

Y… ¿el anterior? También me dio 17.

Alguno, si es que hay alguien, se preguntará por qué las cuento.

Error de planteamiento.

Yo no las cuento. Nunca las he contado. Las cuenta él: por eso me da siempre las mismas.

Digo yo.

Y no las contéis que ya me he comido algunas.

Voy a por un invierno que después se me hace tarde. ¡Es que me entretengo con unas tonterías! Al final nos toca un invierno malo...


A por uno blanco y confortable.



Voy a buscar un invierno... que me han dicho que ya están llegando.

A ver si encuentro uno como éste para este año.








Volveré pronto, creo.



 
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