Pandemia


Según la RAE pandemia es una enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región. La OMS establece seis niveles de alerta y hoy estamos en el quinto o, lo que es lo mismo, a las puertas de la catástrofe.

Un cerdo ha contagiado su gripe a un hombre y éste a varios individuos más, y así hasta el infinito y más allá que proclamaba “budlaigyiar”. Se supone que esa es la pandemia de la llamada gripe porcina mejicana.

Ahora bien, hasta el momento han muerto “sólo” (ojo que ese sólo va entre comillas) ciento y pico personas. Y esas muertes que estadísticamente son una “insignificancia” han provocado que en la capital del país que dio origen a la enfermedad se cierren treinta y cinco mil restaurantes, se suspendan las clases en todos los colegios, se clausuren indefinidamente las salas de cine y cualquier lugar donde se puedan reunir varias personas, se han repartido millones de mascarillas y ¡se ha prohibido a ciento cinco millones de seres humanos que salgan de sus casas desde el día uno al cinco de mayo! No se me enfaden (que diría un manito) pero las medidas parecen exageradas.

Y digo que parecen exageradas porque el número de muertos no guarda proporción ni con las medidas que se están tomando a nivel mundial ni con el costo económico que ello supondrá. ¿Entonces? ¿Qué es lo que está pasando para que en países como España, tan alejados del foco epidémico, se tomen medidas como la habilitación de un ala entera de un Hospital de la capital para prevenir lo que presienten va a pasar mañana?

Tengo la sensación de que se nos oculta algo, que no nos están contando la verdad, que hay detalles del problema que no se nos están explicando, que el problema real no está siendo transmitido a la población en su integridad. O es un cuento chino, perdón quise decir mejicano, o ellos saben con veracidad absoluta que la realidad va a ser más dura que la que dictan las noticias que nos están llegando y sólo nos están preparando para lo peor.

¿Alguien me puede dar una explicación razonable para lo que está sucediendo?

Contrarreloj


Cogedme, cogedme.

Dejadme, dejadme,
fieras, hombres, sombras,
soles, flores, mares.

Cogedme.

Dejadme.

Miguel Hernández


¡Una pedalada más…! ¡El último empeño…! ¡Voy a reventar…! Pero eso… eso será mañana.

Cayó en mis manos el sábado a mediodía y ojeé y hojeé sus páginas como se ojean y hojean los libros que luego nos van a interesar. Apartó momentáneamente de mi lado a los cosacos del Don apacible y calló mi conocimiento hasta el domingo por la tarde. De un tirón leí saboreando y sufriendo cada uno de sus párrafos. Sin los molestos abanicos que descubren pájaras avancé entre las palabras evitando las temidas montoneras... Chupando rueda hasta la cubierta posterior para asimilar encima del cajón de los Campos Elíseos el triunfo, el efímero triunfo… Sin hacer la goma y volando sobre el “botoso” asfalto que inmortalizó Perico Delgado llegué exhausto hasta el lugar donde el hombre baja del hierro y se da cuenta que ha olvidado andar erguido… Marcando “a fuego” el rompepiernas… A tumba abierta…

Como esos ciclistas que después del banderazo de salida de cualquier etapa de una gran vuelta dejan aparcada su vida y ya no pueden parar hasta que un sprint les dice que han llegado a la meta, sus páginas atraparon mi fin de semana sin remedio ni remiendos. Veinte etapas. Tres mil y pico kilómetros detrás de un asesino. Veintidós días para resolver el crimen, para que Cupido (¡Ha vuelto a crecer!) consiga cuadrar la rueda. Perdón, quise decir el círculo. El Alkalino, su fiel escudero, simplemente genial.

He de reconocer que el ciclismo profesional dejó de interesarme hace tiempo. Cualquier deporte que exija a un ser humano más de lo que un cuerpo puede dar está envuelto ab initio en sospechas de dopaje y otras guarrerías que acortan las vidas de individuos que quieren salir como sea del lugar donde estamos los demás. Pero desde ayer he aprendido que en esos deportes hay gentes, la mayoría, que merecen la pena, individuos que luchan contra sus propios fantasmas sin aditivos ni colorantes que ensombrezcan la gloria que no tendrán. Lo difícil no es subir el Tourmalet, lo realmente complicado es traspasar al papel lo que uno siente cuando lo hace. Y Eugenio Fuentes no sólo consigue contarlo de manera magistral sino que hace creer al lector que es uno el que hace el supremo esfuerzo, que es uno el que cuando ya no puede más se levanta del sillín para encarar una curva imposible o una pendiente que no deja ver su desenlace, que es uno el que se descubre con el corazón acelerado cuando termina cada una de las etapas que acompañan los capítulos.

Supongo que el autor ha sido en otra vida ciclista profesional. Tal vez pedaleó al lado de Bahamontes, Ocaña o Lucho Herrera… y no es consciente de ello. De otro modo es muy difícil que cuente en el libro lo que cuenta y de la manera que lo cuenta. La ficción describe certera la realidad. Léanlo y comprueben lo que les digo.

 
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