El de la República (III y fin)


Busco en los cajones de mi memoria el lugar donde guardo los recuerdos de mi abuelo. No me es difícil encontrarlos porque los acontecimientos de los últimos días han dirigido mis pensamientos, una y otra vez, hasta él. Y encuentro estampas en blanco y negro de un hombre bueno, retazos de un hombre que cenaba cada noche un huevo frito con trocitos de cebolla por encima y un buen vaso de vino “savin” blanco. Y veo a seis, siete, ocho nietos, los más pequeños, corriendo a buscar su bastón y una bota tuerta, esa que encajaba como podía en un pie partido y estrangulado en la infancia por el terrible descuido de una niñera. Veo un ¿quién me trae…? que da inicio a una lucha fratricida para conseguir como trofeo una pequeña moneda o un caramelo que después daba también a los perdedores.


Veo tranquilidad y sabiduría detrás de su periódico, de su traje oscuro abrochado por un solo botón y de sus gafas redondas de pasta, unas gafas que le aportaban un aire antiguo y que quizás sirvieron para ver de otra manera los miedos o para protegerse tras los cristales de los suyos, de sus malditos miedos…


Veo con una claridad que se me hace irreal sus tertulias del “Metropol” reflejadas en las fotos viejas de los Cafés Gijón de España; señores con gabardina, gomina y perilla en el edificio de ladrillo de la “Perra gorda” y los paseos sabatinos por la “bandeja” del viejo Paseo Alto, donde el Señor Ciriaco vendía, cuando quería, bolsas rancias de aceitunas a peseta.


Veo a un hombre tumbado en una cama, provisto de una demencia cuerda – más cuerda que nunca – y diciéndose a sí mismo a gritos: ¡Que vienen a por mí, que me llevan al molino…! Y veo dentro de mí a un nieto, un chaval de seis o siete años a lo más, huyendo en la madrugada por las calles y cuestas de la ciudad, buscando el regazo de su madre, con un solo pensamiento al frente durante todo el trayecto: ¡Si vienen a por él… a mí no me cogen! ¡A mí no me llevan a ese molino! Y veo que aunque no me cogieron, el castigo merecido y los silencios de mi madre fueron de los que no se olvidan.


Y contemplo con tristeza, mucha tristeza, a un hombre que nos regaló un día de Reyes de no sé qué año su despedida, un hombre que en su último adiós maldecía en delirios el nombre del personaje que le cambió la vida, el hombre que amenazaba con volver a sacar “su” expediente cuando encomendaba a sabiendas trabajos injustos o inadecuados,…


Es que tenía demencia senil, oí decir a mis mayores justificando su previsible, más temprano que tarde, fallecimiento. Hoy creo que en esos momentos estuvo más cuerdo que nunca, aunque no lo supimos ver.


Gracias abuelo... porque sólo en la inconsciencia sacaste los daños que te hicieron y os hicieron.


Gracias abuelo... por haber sido mi abuelo.

La República (y II)






“El 18 de julio de 1936 sorprendió a los maestros españoles de vacaciones. Entonces no sabían que aquella fecha daba inicio a la más penosa etapa que iban a vivir los docentes en España. Tanto, que algunos historiadores no dudan cuando dicen que fue el colectivo más castigado por la represión franquista. ¿Por qué? "Se les consideraba responsables de haber inoculado en la sociedad y en las mentes juveniles el virus republicano. Los maestros estaban muy posicionados políticamente, eran progresistas y de talante reivindicativo", explica el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Salamanca Francisco de Luis Martín, autor de La FETE en la Guerra Civil española”. El pais.com


- Tío, háblame de la Guerra Civil, de la depuración de tus abuelos… ¿Es cierto que tu abuelo se adhirió al Régimen?

- Lo “adhirieron”, sobrino, los adhirieron… a ellos y a todos los que no fusilaron… Era así. Iban a por uno, lo subían a un camión y nunca más lo volvías a ver. Luego se hacía correr el rumor o la noticia del fusilamiento por el pueblo y empezaban las risas y las amenazas a todo aquel que pudiera ser sospechoso… Tu abuelo intercedió en una ocasión por un vecino y le dijeron que o se apartaba o él también iba al camión… Y lógicamente se apartó.

- Pero fusilaron a tres maestros… y a tu abuelo, que también era maestro y fue declarado “francamente izquierdista”, no…¿por qué?

- No. Sólo fusilaron a Don Severiano. A los demás no, a ninguno. Don Severiano era comunista y se lo llevaron, en parte para que sirviera de escarmiento a los demás, en parte por odio hacia todo lo que representaba… O te fusilaban o te “anexionaban” al Régimen, siempre con sorna y escarnio públicos…

- Ya, pero tu abuelo ¿se adhirió o no se adhirió al Régimen?…

- Que no, sobrino, que las cosas eran más complicadas y más simples a la vez… Primero tienes que intentar ponerte en el contexto adecuado, tienes que viajar hasta el año 36 e intentar entrar en esa sociedad, en esas gentes, en esas economías... Nadie sabía qué hacer. Todo fue un caos. Mi abuelo era entonces maestro en Jaraiz, la abuela maestra en un pueblecito de Ávila llamado Navalperal de Pinares y mi padre Letrado del Ministerio de Trabajo en Cáceres. El alzamiento se produjo en verano, el dieciocho de julio estaban todos de vacaciones en el pueblo… Entonces nadie se pudo mover de allí y mi padre fue el primero en ser depurado por desertar, decían, de su puesto de trabajo. Al parecer, y esa fue la excusa, tenía la obligación de presentarse el día 19 a primera hora en su puesto de trabajo…

- Y ¿por qué no se presentó?

- No compareció porque estaba en otra localidad, a más de cien kilómetros de aquella época de su lugar de trabajo y los desplazamientos eran imposibles en esos días… Además, él estaba de vacaciones, no tenía por qué acudir… o a lo mejor tampoco quiso. No lo sé... Pero peor le fue a su compañero, ese sí estaba en Cáceres y tampoco se presentó… Ese nunca tuvo excusa… Ese acabó mal.

- ¿Cómo dices? … pero lo de tu padre… ¿no ocurrió años después? Siempre creí que fue después de la guerra, como represalia por lo de tus abuelos…

- No, todo sucedió a la vez. Y como comprenderás la situación se antojaba muy complicada… No supieron qué hacer… No sabían a dónde acudir… Sin trabajo… Con hijos a cuestas… Debieron pasar mucho miedo… Llegaron a pedir audiencia al mismísimo Gobernador Civil pero no encontraron respuesta…

- ¿Entonces?

- Entonces tiraron de la familia… Y tuvieron suerte. La familia de mi madre, tu abuela, era de derechas… Mi abuelo materno perteneció a la CEDA y sus hijos y sobrinos, todos o la mayoría de ellos, eran falangistas…Y les sirvieron de paraguas. Un alto cargo de la Falange provincial, que curiosamente era hermano de la abuela María (así llamaban en casa a Pilar Albalá), la maestra roja, la que puso la bandera republicana como cortinas en su aula, les dijo que lo mejor es que se fueran a vivir con ellos hasta que “escampara”… Que se metieran en casa de los padres de mi madre, de mis abuelos, de tus bisabuelos… que allí no tendrían “cojones” para ir a buscarlos…

- Y ¿qué hicieron?

- No tuvieron otra opción, sólo podían obedecer. Mi padre, mi madre y mi abuelo paterno estuvieron viviendo durante tres años en la casa de mi abuelo materno… Bajo un mismo techo los consuegros, uno de la CEDA y otro de izquierdas. ¡Imagínate! Nadie se atrevió a ir a buscarlos a casa de una familia de derechas y bien relacionada. Por eso creo que se salvaron…

- Dices que tu padre, tu madre y tu abuelo vivieron en casa del abuelo materno… y la “abuela María”… ¿Dónde estaba la “abuela María”?…

- La abuela tuvo que irse a Navalperal y volvía sólo en verano… De todos modos, la depuración de la abuela fue corta si la comparamos con la de su hijo… él fue el que peor lo pasó: mi padre, tu abuelo… Durante diez años estuvo apartado de su trabajo, viviendo de los escasos ingresos que le proporcionaba un Despacho de Abogado en un pueblo que lo tenía señalado,… Llevaba los pleitos de gente como él... gente sin recursos...

- Ya, pero el abuelo volvió a su puesto de trabajo… yo lo conocí en él...

- Tuvieron que pasar diez años… le obligaron a reincorporarse en lo que denominaban “Zona de Castigo”. No había otra opción. No podía elegir destino… Bueno, sí… Le ofrecieron dos lugares para trabajar como “Zona de Castigo”: Jaén y Cáceres…

- Y eligió Cáceres…

- Claro, por eso terminó en Jaén… De eso se trataba… Zona de castigo… Te doy a elegir Guatemala o Guatepeor… Elijo Guatemala… Pues a Guatepeor… Estuvo en Jaén varios meses… hasta que alguien intercedió por él…

- Impresionante…

- El resto de la historia ya la conoces… Vente un día a Madrid y te lo enseño todo… Tengo todos los documentos, cientos de papeles, boletines, nombramientos, ceses,… Te gustará.

- Iré pronto.






Sixto Moreno y Severiano Nuñez con un grupo de alumnos.

La República.


Nunca he ocultado que creo en las personas antes que en las ideas y que la lucha de idearios entre la España azul y la roja carece de sentido en el tiempo en que vivimos, sin que eso impida mi convencimiento sobre una realidad: Todo el mundo tiene derecho a saber dónde están sus muertos y a recuperarlos. Creo que la Democracia actual hizo de tripas corazón y cerró una página triste de nuestra historia y consiguió que todas las ideas, renunciando cada partido político a una parte, fueran aglutinadas en un solo convencimiento: Podemos vivir todos juntos, pensemos como pensemos.

La periodista María Antonia Iglesias en su libro “Maestros de la República” dedica un capítulo entero (páginas 299 a la 342) al maestro de Jaraíz de la Vera (Cáceres) Don Severiano Nuñez García, fusilado por “rojo” junto a las tapias del cementerio de Plasencia en el año 36.

En la página 309 dice que el alcalde de Jaraiz, Miguel Sanguino, envió el día 5 de septiembre de 1936 un escrito a la superioridad dando cuenta de los “idearios” de los maestros del pueblo. Y entre ellos, en cuarto lugar, aparece un tal Sixto Moreno Moreno, “francamente izquierdista”. Se añade en el libro que destituyeron a los tres primeros (uno “comunista” y otros dos también “francamente izquierdistas”) y que el Sr. Moreno se encontraba “pendiente de lo que la superioridad considerara procedente hacer con él”. Termina el comentario con la siguiente frase: “Continuó en su puesto adhiriéndose al movimiento”.

No es cierto. ¡Mentira! ¡Falso! Ese señor era mi bisabuelo y fue depurado junto a su mujer María del Pilar Albalá García, también maestra, por sus ideas, por ser rojos y republicanos.

Entre las páginas 220 y 221 aparece un dossier fotográfico de la época referida. En una de ellas aparecen dos maestros con un grupo de niños en la que se reseña que “el fusilado se fotografía con un grupo de niños y otro maestro…” Ese otro maestro era Sixto Moreno, pero a la escritora parece que no le interesa referenciar su nombre porque ese otro maestro se había “adherido al movimiento”. ¡Falso!

Por esas cosas que a veces tiene la vida llega hasta mis manos otro libro - en principio libre de sospechas porque ha sido editado por la Asamblea “socialista” de Extremadura y prologado por el que fuera su presidente Don Federico Suárez - cuyo autor es Indalecio Carrasco Domínguez titulado “Nuestra escuela en la República”. En él también se habla sobre el fusilamiento de Severiano Nuñez. Y de Don Sixto Moreno Moreno. Y de Dña Pilar Albalá García.

Dice el autor: “Maria Antonia Iglesias relata en su libro que el alcalde de Jaraiz envió los informes de las ideas políticas de los maestros al comandante de puesto militar de Plasencia y al Rector de Salamanca (que era entonces un tal Miguel de Unamuno - esto lo añado yo -). Por ello, los tres maestros que figuraban en ese informe fueron destituidos y con referencia a Don Sixto Moreno, continuaría en su puesto si se adhería al Movimiento”.

Si se adhería, querida María Antonia, si se adhería… pero no se adhirió y llegó su lógica depuración. Prueba de ello es lo que continúa detallando el autor del libro: “Quiero recordar muy significativamente a Don Sixto Moreno Moreno, natural de Casillas de Coria, nacido en el año 1880. Estudió Bachiller y Magisterio en Cáceres, obtuvo el título de maestro en el año 1912, firmado por el Rector de la Universidad de Salamanca Don Miguel de Unamuno, y por el Ministro de Instrucción Pública. Contrajo matrimonio con Dña Pilar Albalá García, natural de Moraleja y estudió en la Escuela Normal de Cáceres. Con fecha 6 de octubre de 1899 consiguió los estudios de enseñananza primaria. (…)

(…) Don Sixto y su esposa fueron depurados y esta última cesó en la Escuela Nacional de Navalperal de Pinares (Ávila), con suspensión de empleo y sueldo por orden de la Comisión de Cultura y enseñanza de la Junta Técnica del Estado de 23 de junio de 1937. En el Boletín Oficial de 4 de octubre de 1937 se resuelve que sea repuesta en su cargo con traslado a otra escuela dentro de la provincia, con inhabilitación para cargo directivo y de confianza, y teniendo que asistir al Cursillo de Orientación y Perfeccionamiento realizado en Ávila el 1 de septiembre de 1939. Doña Pilar no guardó nunca rencor a sus acusadores pues decía que “no hay buenos ni malos, sólo hay buenos y equivocados”. Posiblemente a Doña Pilar la depuraran por aviso del alcalde franquista de la localidad donde estaba destinada. Resulta destacable el hecho de que un día se presentó el alcalde en su escuela para que la maestra retirara la bandera republicana y ésta la retiró, pero la bandera continuó en su clase como cortina”.

En el blog de un amigo he leído que asistió a la presentación del libro de Indalecio Carrasco y que María Antonia y él no son iguales… ¡Claro!, pienso yo, ¡María Antonia, o el que escribe en su libro, miente y no coteja los datos que le ofrecen!, algo que sí hace Indalecio Carrasco, un escritor mucho más humilde pero que acude a los Boletines Oficiales de la época para contrastar lo que le dicen sus fuentes.

Mi abuelo, el hijo de ambos, también fue depurado años después por el aparato franquista. Fue expulsado de su trabajo como Letrado del Ministerio de Trabajo durante ocho largos años. No deja de ser curioso que los mismos que consiguieran su expulsión luego se encargaron de su rehabilitación y de otorgarle, por gracia del Caudillo de España, la Medalla al Mérito en el trabajo.

Y es que a veces no parecemos darnos cuenta de las cosas más simples : La sangre puede ser roja pero las venas son azules. Y la una sin las otras no son nada. Y viceversa.


María del Pilar Albalá García. 1920

"Déjá vu" o algo así.






Para todos nosotros caerá la noche y llegará la diligencia. Disfruto la brisa que me conceden y el alma que me han dado para disfrutarla, y no me interrogo más ni busco. Si lo que deje escrito en el libro de los viajeros pudiera, releído un día por otros, entretenerlos también durante el pasaje, estará bien. Si no lo leyeran, ni se entretuvieran, también estará bien. Fernando Pessoa.




Cualquier detalle de la ciudad, por insignificante que pudiera parecer a otra persona, quedaba grabado en mi retina. Una vieja esquina, una sombra detrás de una ventana, un tranvía – ¡sobre todo los tranvías! -, un pescador en el puerto, un vendedor de helados, una frutería… me hacían sentir algo diferente en lo más profundo de mi ser.

Todo parecía pasar muy despacio, dejándome una sensación familiar y misteriosa a la vez, una sensación parecida a la de un "déjà vu" pero estando, por otra parte, completamente convencido de que yo no había vivido allí antes... No sé muy bien cómo explicar lo que percibían mis sentidos, ni tampoco sé por qué me aparecía una especie de congoja cuando visitábamos determinados lugares, mas en todo momento sentía que había pertenecido de alguna manera a aquel lugar.

Puede que sólo fuera una alteración de mi memoria y que esa sensación de estar reviviendo el pasado se debiera al mal funcionamiento de alguna parte del cerebro o a mi obsesión por El Desasosiego, aquel maldito libro que despertó en mí sensaciones que nunca antes había tenido…






Y es que un libro puede hacerte viajar. Y ese viaje imaginario queda fotografiado en tu memoria para siempre. Y esa memoria te recuerda, cuando menos te lo esperas, aquel libro y ese viaje. Y lo tienes que escribir. Y sientes que lo tienes que describir, aunque parezca un sueño o nunca hayas estado en aquel lugar.


Por si a alguien le vale...


“El trabajo del escritor se desarrolla en soledad, el fruto de su esfuerzo es material sensible y por ello los autores rara vez tienen una perspectiva que les permita analizar su obra con objetividad. Los departamentos de lectura de las editoriales se ven inundados por ejemplares inéditos que aguardan una oportunidad. Quienes trabajamos en ellos vemos muchos originales que resultarían publicables con un poco de ayuda pero que, en su mayoría, acaban en un cajón después de un extenuante vía crucis por distintas editoriales.”


Indagando por la red, por culpa directa de mi amigo Josemaría, e intentando averiguar el porqué Don Ramón María del Valle Inclán – este nombre hay que escribirlo completo – llamaba Benito "el garbancero" a Benito Pérez Galdós, encontré – muchas gracias señor Gugel – una artículo que lo explicaba.


Como soy muy curioso y me llamó la atención el título de la página – yo siempre me he considerado un proscrito para casi todo, aunque eso no viene a cuento ahora - accedí a su menú principal para ver quiénes eran esos mercenarios de la palabra: “PROSCRITOS está formado por lectores de las editoriales españolas más importantes. Ofrecemos a los escritores la posibilidad de conocer su trabajo tal y como lo ven los profesionales del mundo editorial y, llegado el caso, también ponemos a disposición de nuestros clientes un servicio de asesoramiento personalizado”.


El mundo de los blogs está lleno de escritores que quieren ser y muchos no saben cómo. Esta página ofrece lo que llaman Asesoría Literaria y por unos cuantos euros analizan tu trabajo, lo corrigen y te ayudan a publicarlo, si estiman que el mismo es merecedor de ello. Incluso presumen de haber ayudado a unos cuantos que querían ser y que ya son.


Por si a alguien le vale… y puede pagarlo.




El día de la cólera


“En la penumbra de la covacha, unos rezan y otros blasfeman. Alguno confía en una intervención de las autoridades españolas, y no falta quien manifiesta su esperanza en un alzamiento general de los militares contra los franceses; pero el comentario sólo suscita un escéptico silencio.”


No volveré a pisar las calles de Madrid sin sentir bajo mis pies cientos de muertos partidos en canal por el sable del francés. No volveré a pararme en sus esquinas sin comprobar antes que allí no hay gabachos, napoleónicos y uniformados, que me puedan arcabucear sin previo aviso. No miraré los cuadros de un sordo Goya que escucha - ¡qué triste historia! - tras los cristales sin reparar en los ojos de carnero degollado y la desesperación “desesperada” de los retratados para siempre instantes antes de recibir la última bala. No recorreré el Rastro buscando cachivaches, artilugios o estatuas de héroes cansados y vencidos por la cobardía de una nación. No me quedaré ni un minuto en Gran Vía, el Retiro, el Prado, Atocha, San Jerónimo, Fuencarral, la calle del Tesoro, la Plaza de la Cebada… para observar el limbo de terribles fantasmas que transitan por allí pidiendo “venganza” - navaja de dos palmos en mano, redecilla en el pelo, faja ajustada a la cintura y polainas - desde hace ya doscientos años. No...


Pedro Velarde, el teniente Ruiz, Coscorro, Goya, Esquivel, Ramona García Sánchez, Rafael de Arango, Blas Molina, el Marqués de San Simón y otros cientos más… no olvidarán, doquiera que estén, que “un día basta para sublevar a un pueblo…”


¡Ah, Leandro!, ¡el traidor!, tu “infeliz, cruel, amada y odiosa patria”, la que representó tus teatros con devoción, te recordará por tu pluma y por tus obras y no por tus remordimientos finales.


Sólo y solo Daoiz, - ¡otra vez la soledad, amigo mío! - en los parques de Monteleón de los rincones patrios, cuando el grito de ¡traidor! retumbe de nuevo en su cabeza volverá a levantar su sable herido y oxidado para atravesar a los generales Lagranje que pululan por el mundo.


A vueltas con el himno.



No sé si me gusta o no me gusta la nueva letra, todavía no lo tengo claro. Sí sé que la letra ha sido demandada principalmente por los deportistas que no saben qué hacer con las manos cuando suena la Marcha Real y ha sido apoyada por los aficionados al fútbol que creen que cuando tengamos una letra pasaremos de una vez por todas de los cuartos de final en un Mundial.

Ya inserté un post en su día sobre la futura letra y mantuve y mantengo que el Chinda habría que dejarlo, cuando menos, para el estribillo. Lo que no entiendo es por qué tanto revuelo por una letra. Si la que se ha aprobado es mala… vean ustedes lo que cantan entusiasmados y con la mano en el pecho los ciudadanos de algunos países de los que llaman civilizados:

Estados Unidos:

Oh así sea siempre, en lealtad defendamos
nuestra tierra natal contra el torpe invasor!
A Dios quien nos dio paz, libertad y honor,
nos mantuvo nación, con fervor bendigamos.
Nuestra causa es el bien, y por eso triunfamos.
Siempre fue nuestro lema "¡En Dios confiamos!"

!Y desplegará su hermosura estrellada,
sobre tierra de libres, la bandera sagrada!


Este fragmento no hay quien lo entienda. Y encima los invades y te llaman torpe. ¡Será posible!


Alemania:

Mujeres alemanas, lealtad alemana,
vino alemán y canciones alemanas
seguirán muy altamente estimados
en todo el mundo,
Y nos inspirarán a hazañas nobles
toda nuestra vida.
¡Mujeres alemanas, lealtad alemana,
vino alemán y canciones alemanas!


No me acuerdo de la música, pero la letra es para enmarcarla. Vino, mujeres y canciones… y el país “arreglao”. Como el nuestro, más o menos...


Reino Unido


Dios salve a nuestra graciosa Reina
Larga vida a nuestra noble Reina
¡Dios salve a la Reina!
envíanos a ella victoriosos,
felices y gloriosos,
largo reinado sobre nosotros,
Dios salve a la Reina!

¡Oh Señor Dios,
dispersa a nuestros enemigos,
y hazlos caer!
confunde sus pícaros trucos,
confunde su política,
en ti nuestras esperanzas ponemos,
¡Dios salve a la Reina!...


Lo de los ingleses no tiene desperdicio. Por un lado hay que salvar a la Reina, que además es una señora graciosísima: uno la ve en la tele y enseguida se da cuenta de su sentido del humor. Por otro lado nos echan una maldición para confundir nuestros pícaros trucos y nuestra política: ¡Lo que nos hacía falta! ¡Como no tenemos problemas...!


Francia:

Marchemos, hijos de la patria,
que ha llegado el día de la gloria.
El sangriento estandarte de la tiranía
está ya levantado contra nosotros (bis)
¿No oís bramar por las campiñas
A esos feroces soldados?
Pues vienen a degollar
a nuestros hijos y a nuestras esposas

¡A las armas, ciudadanos!
¡Formad vuestros batallones!
Marchemos, marchemos,
que una sangre impura
empape nuestros surcos.

¿Qué pretende esa horda de esclavos,
de traidores, de reyes conjurados?
¿Para quién son esas innobles trabas
y esas cadenas tiempo ha preparadas? (bis)
¡Para nosotros, franceses! Oh, qué ultraje! (bis)
¡Qué arrebato nos debe excitar!
Es a nosotros a quienes pretenden sumir
de nuevo en la antigua esclavitud
¡Y qué! Sufriremos que esas tropas extranjeras
dicten la ley en nuestros hogares,
y que esas falanges mercenarias
venzan a nuestros valientes guerreros? (bis)
¡Gran Dios! Encadenadas nuestras manos,
tendríamos que doblegar las frentes bajo el yugo!
Los dueños de nuestro destino
no serían más que unos viles déspotas.
¡Temblad! tiranos, y también vosotros, pérfidos,
oprobio de todos los partidos!
¡Temblad! Vuestros parricidas proyectos
van al fin a recibir su castigo. (bis)…

No pongo más – que es mucho más largo - porque a estas alturas del himno francés ya me he “acojonao”. Si en España a alguien se le ocurriera poner una letra como esta a la Marcha Real se armaba la “marimorena”. ¿Viles déspotas? ¿Temblad? ¿Degollar a los hijos? ¿Bramar por la campiña?

Lo dicho: el chinda, chinda en el estribillo y el resto con el “naniano niano” de Miliki. Y la cantábamos todos, seguro. Sin necesidad de estudiar.

Más o menos así:

Niano, niano,
tachinda, chinda, chinda,
chinda, chinda, chín.
Naniano, niano, naaa...


¿No?

Me han traído un coche.



Las rutinas me traen de nuevo al lugar del que nunca debí salir. Indigestas comidas, compras con prisas y embarulladas, regalos equivocados que no se pueden cambiar porque sus Majestades ya están de regreso en Oriente - y porque la mujer que domina mis sentimientos sin darme cuenta lo primero que hace es tirar todas las cajas -, la crema anti-arrugas que sustituye poco a poco a la colonia de todos los años – espero que no se me quede la cara como a Tita Cervera -, el castillo infernal de cuatro pisos del Dragón Rojo de Playmobil que ocupa, al estilo “Bricomanía”, mi día de Reyes – me sobran piezas otra vez – y la mesa donde se supone que tendría que estudiar el mediano, los caramelos asesinos de la cabalgata - ¡Cómo dolían este año!… Todo eso ha pasado, todo eso ya es historia.


En el bendito trabajo descubro que a los amigos internautas les han traído muchas cosas los Reyes Magos, que en contra de lo que se cree no somos los padres. A mí no. A mí me han dejado un pijama y algunos libros: el de “Perezreverte” de todos los años – esta vez matando gabachos por doquier -, El fin es mi principio de Tiziano Terzani, Adiós Cataluña de Boadella y la guía Campsa con cederrón incorporado – con este libro he de reconocer que me mosqueé un poco porque a mí no me hace falta una guía para perderme. Me basto y me sobro yo solito para perderme tranquilamente -.


Pero el mejor regalo no me lo esperaba: Me han traído un coche. Sí, lo siento por vosotros, pero este año han sido muy generosos conmigo. Me han traído un maravilloso Suzuki Swift amarillo. Y digo que lo siento porque he comprobado que no os han traído más que cosas triviales, zarandajas y regalos sin importancia. A mí no. Yo me porté muy bien y me han sorprendido con un vehículo adecuado a mis características urbanas: un maravilloso utilitario de color amarillo. Me han traído un flamante coche… De escalextric, eso sí, pero un coche al fin y al cabo. Y sin Plan Prever, que todo hay que decirlo.


Aquí el que no se consuela es porque no quiere.


Ahí os dejo la prueba de lo que digo:




¡Feliz rutina a todos los hombres y mujeres de buen corazón! Os la merecéis. Seguro.

El descenso.





Ninguna de las clases que recibí habría podido evitar el incidente. Con un “porfa-ven-conmigo” consiguió convencer a mi otro yo, el inconsciente, para subir hasta donde no alcanzaba la vista, hasta donde se perdían aquellos cacharros de hierro que llamaban telesillas, hasta las puertas del mismísimo cielo. En tres días había desarrollado unas aptitudes que yo ni por edad ni adiestramiento llegaría a alcanzar nunca, pero un padre debe dar la cara siempre – así me lo enseñaron - y no defraudar a un hijo – así lo viví -. Por eso le acompañé. Por eso me subí en aquel artefacto que dejaba durante aquel trayecto eterno colgando mis pies al blanco vacío, unos pies tristemente soldados a unos pesados esquís.

Durante la subida continué hablándole – como habla un buen padre - de lo que tenía que hacer, cómo se tenía que bajar del asiento cuando llegara el momento: palos en una mano y con la otra un pequeño empujón, déjate llevar, no fuerces… hasta que me interrumpió: ¡Pero si yo ya he subido diez veces y tú ninguna!

Llegamos a la cumbre sin problemas. Hasta ahí todo fue bien. Los dos preparados para bajar. Cruce de miradas pendiente de un ¡adelante! Sin embargo sólo alcancé a oir un “te espero abajo”. ¡Será posible! No me dio tiempo a reaccionar. Intenté seguir su estela a mi ritmo, que más bien era lento – diría “acojonao” si no fuera una palabrota -.

A mitad de camino encontré parado al niño, que aburrido y cansado me estaba esperando. Es que vas muy despacio –me dijo, mientras pensaba yo que era él el que debía repasar el concepto velocidad en el colegio; Tengo que hablar con su profesor, me dije a mí mismo -. Es que yo tengo una forma de esquiar muy técnica y voy perfeccionando el trazado… - me intenté justificar mientras comprobé que arrancaba de nuevo sin decir adiós, dejándome otra vez tirado con aquel fatídico “te espero abajo”.

Otra vez la soledad. Otra vez tendría que apañármelas sólo. Y ahora no sabía qué hacer: la bajada por la derecha era terrible y la de la izquierda era peor. Del vertical centro ni hablamos. Lo que tenía que ser una “pista muy fácil” según el folleto de colorines que guardaba como oro en paño en mi bolsillo era en realidad una “putada” de las más gordas. ¿Qué hacer? ¿Me rindo?

De repente pasó. Bueno, quiero decir más bien que pasaron. Un profesor y cinco alumnos bajaban en formación, con los brazos extendidos y a un ritmo al que – para que me entiendan - el patito feo, que era yo, se podía acomodar. ¡Ahí voy! Me incorporé como pude al grupo conservando una determinada distancia. Iban muy despacio, haciendo giros suaves, realizando perfectos zig-zags de forma pausada, sacando el máximo rendimiento a mi particular forma de moverme sobre la nieve…

Al principio todo fue bien. No sé porqué pero los “al principios” casi siempre se me dan bien. Pero en un momento determinado el profesor gritó ¡Stop! y todos pararon ipso-facto, de golpe, inmediatamente, en menos de un metro… ¿Todos? ¡No! Todos menos yo que me empotré directamente contra el último esquiador haciendo caer como fichas de dominó a toda la tropa. En el suelo, con un esquí mirando para Laredo y el otro para Antequera, lleno de nieve hasta las orejas y con el cuerpo dolorido sólo acerté a decir un “no ha pasado nada” entre las risas de papá pato y los graciosos patitos. A nosotros no, pero a ti… añadió socarronamente el profesor.

Saqué fuerzas de flaqueza (¡vaya frase más cruel para el caso que me ocupa!) y recomponiendo espada, escudo y armadura me lancé como pude a un vacío que para mi felicidad ya no era tal: las cuestas habían dejado de ser inclinadas y una pequeña pendiente dirigía mis esquís – ahora sí me hacían caso - hacia el lugar donde, ya desesperado, estaba aquel muchacho del “te espero abajo”.

¿Qué te ha pasado? ¿Por qué has tardado tanto? – me preguntó extrañado. Nada – le dije yo como si conmigo no fuera la cosa -, que me he llevado por delante a toda la Escuela de Esquí de Alta Montaña de Sierra Nevada. Algo sin importancia.

Juro que no paró de reír en un buen rato. Y sólo cuando terminaba de contarle “el sucedido” acertaba a decir entre lo que vulgarmente se entiende por carcajadas: Cuéntamelo otra vez papito, que es muy divertido.

Media hora después vi pasar al mismo grupo esquiando primero sobre una pierna y después sobre la otra, como si fueran bailarinas. Si no fuera por el letrero que acerté a leer en la espalda del profesor pensaría que no estaban bien de la cabeza: Escuela de Adiestramiento y Perfeccionamiento Alpino.

Elegí mal. Elegí como compañeros de viaje a los hijos funambulistas del dueño del Circo Price. Más o menos.

Lo único positivo del asunto es que hice pasar un buen rato al chaval. Digo yo.


¿Quién controla eso!



¡Estoy harto! Los que no tengan hijos puede que no se hayan dado cuenta… pero es muy fuerte.

Alguien me puede explicar ¿por qué durante todas las navidades emiten las televisiones películas infantiles como “jarripoter” a partir de las diez de la noche? Alguien me puede explicar ¿por qué, si se supone que son infantiles, se acaban esas películas a las dos de la madrugada? Y sobre todas las cosas: Alguien me puede explicar ¿por qué los anuncios que interrumpen cada diez minutos esa película infantil son para mayores de dieciocho años o más?

En definitiva y a modo de resumen… alguien me puede explicar ¿quién es el directivo descerebrado que cuando programa en fechas navideñas entiende que un niño, que normalmente tiene pocos años a esa edad - por eso es un niño, eso está claro -, se tiene que quedar despierto viendo una película infantil entre millones de anuncios “porno” hasta las dos de la madrugada!!!! Y ¿por qué para vender un perfume la modelo en cuestión tiene que enseñar las tetas o comerse los morros con un tío casi desnudo?

Sí, ya lo sé, los mando a la cama y punto. Pero entonces ¿por qué ellos no lo entienden?


¡Feliz 2008!

 
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