Miedo insuperable...


“La mujer está donde le corresponde. Millones de años de evolución no se han equivocado, pues la naturaleza tiene la capacidad de corregir sus propios defectos”. Albert Einstein.

El sobresalto fue mayúsculo. En un primer momento no se percató siquiera de la importancia del suceso para él. Normalmente le llamaba la atención de esta clase de noticias la redacción dada por el periodista de turno. Frases que no venían a cuento o que no aportaban nada al texto acompañaban de forma gratuita e incluso tapaban y emborronaban el hecho que dio origen al titular. Además, siempre aparecía un desocupado que parecía haber visto todo y que conocía a la perfección los desajustes que se producían a diario en la casa de sus vecinos. Después de ocurrir un incidente de este tipo, cuando ya no hay remedio, cuando la muerte es la única protagonista, siempre aparece un imbécil que lo había visto venir. Todos los días y por desgracia se podían leer artículos semejantes en cualquier periódico del país. Incluso tenía la sensación de que la publicidad sobre ese tipo de episodios animaba de forma indirecta a cometer actos semejantes a otros individuos de la misma calaña. Siempre había algún cabrón dispuesto a quitarse de en medio a su pareja. Y aunque en este caso era la mujer la que había matado al marido, tampoco le extrañó porque de vez en cuando aparecía alguna Agustina de Aragón o una moderna Juana de Arco que en estado de máxima desesperación, cuando la sangre colapsa el conocimiento, se salía del guión preestablecido y terminaba acabando con la vida de su cónyuge.

Vivimos desde tiempos inmemoriales en una sociedad de machos. Es el hombre el que rige y gobierna los destinos del mundo. Hasta hace pocos años también era el único miembro del clan que trabajaba y administraba la familia, sus dineros y sus destinos. Incluso, y no hace muchos lustros, la mujer debía obedecer sin rechistar al cabeza de la estirpe. Era su obligación. Si recibía algún castigo en su matrimonio, incluso físico, no había que buscar las causas porque éstas siempre eran justas. Nunca se preguntaban los porqués. Aunque esas prácticas habían cambiado y a nivel teórico la mujer había igualado en todos los planos al hombre, no es menos cierto que eran ellos los que seguían maltratando a las mujeres y en un porcentaje muy elevado seguían acaparando los titulares de los periódicos en lo referente al maltrato. Que una mujer asesinara a su marido era un hecho excepcional que atraía de forma morbosa a los periodistas de toda clase o condición. Entonces no se hablaba de violencia de género sino de miedo insuperable porque ¿cómo puede un ser humano físicamente inferior en la mayoría de las situaciones enfrentarse a otro y acabar con el maltrato de un plumazo? Sólo el miedo a lo que vendrá después si no se detiene al dueño de la fuerza bruta es capaz de responder a esta cuestión.

Pero hubo algo de aquella noticia que despertó su curiosidad, que hizo que su mente se pusiera en estado de alerta máxima. Junto a la crónica aparecía una foto de archivo de la mujer, una foto antigua en blanco y negro. Era una imagen del día que le concedieron el premio fin de carrera en la Escuela de Magisterio. Y aquella mujer era ella. Entonces, en el momento en que le hicieron aquella instantánea, debía tener veintiuno o veintidós años a lo sumo. A pesar de que los cambios físicos a esa edad todavía son considerables - habían pasado cinco años desde su último encuentro adolescente -, no le fue difícil reconocerla. Era ella, su amor de juventud. El paso del tiempo no había acabado ni con su frescura, ni con su naturalidad, ni con su manera de sonreír. No podía siquiera imaginar por qué había dado aquel fatídico paso y se había convertido en protagonista de todos los medios de comunicación...



El "espabilao"…


No le gusta viajar. Lo sé. Sólo tiene cinco años y prefiere estar en casa a todo lo que represente hacer una maleta y sus posteriores consecuencias. Su habitación es un reino en el que da cobijo a monstruos de todo tipo, peluches descoloridos, caballeros sin cabeza, coches con o sin ruedas, aviones y demás utensilios necesarios para soñar. Su vida llega hasta el lugar de la casa donde puede ver tranquilamente los Dibujos Animados, ni un metro más allá.

En la mesa, a la hora de la comida, sin venir a cuento, comenté en voz alta: Si va todo bien, si las notas son buenas, si no hay problemas… este verano vamos a ir a una ciudad de Europa. El mayor y el mediano soltaron el tenedor y abrieron los ojos inmediatamente, de par en par. ¿A qué sitio? ¿Di, a qué ciudad? ¿Hay que ir en avión?,… fueron algunas de la batería de preguntas que bombardearon mi conocimiento en un minuto. El pequeño apoyaba su cabeza sobre la palma de la mano izquierda, en actitud indiferente, mientras jugaba a colocar macarrones en fila india.

Comoquiera que me gusta jugar con ellos - hay que avivarlos cuando son pequeños porque de grandes no hay quien los controle- les dije: Es una gran ciudad de Europa, capital de un país, no está en Portugal y empieza por “ele”. Los dos empezaron a estrujar su cerebro buscando el sitio al que me podía referir. Era Londres. Es una gran ciudad de Europa. Capital de un país, Inglaterra en este caso. No está en Portugal porque no es Lisboa, que también empieza por “ele”. Parecía fácil...

¡Nada! ¡Ni se aproximan!

La siguiente letra es una “o”, la ciudad empieza por “Lo”. Pensé que con ese dato acertarían enseguida. Me equivoqué otra vez. Interrumpieron sus divagaciones y me conminaron a que les dijera el sitio inmediatamente, no querían jugar a las adivinanzas, su paciencia se había acabado, no podían esperar ni un instante más,…

El pequeño lo sabía desde el principio, pero nada hacía suponer que sus intenciones iban a cambiar. Supongo que en su pequeña cabeza se estaba preparando una estrategia para evitar salir de su hogar, su dulce hogar. Y así fue. De repente, de forma desenfadada, como a quien le importan un pepino las guerras del mundo, la liga de fútbol, la crisis económica y el futuro del sector olivarero en España, levantó sus manos al cielo y dijo en voz alta: ¡Es Loxemburgo… pero ni sabemos dónde está ni nos gusta ese sitio! Así que esta vez nos quedamos en casa…


Loxemburgo, dice...

Te lo avisé…


Llevo unos meses retrasando la entrada en internet de mi primogénito. Alguna que otra vez habíamos tenido - y utilizo el nosotros porque parece que los deberes de ese Colegio son también para los padres - que hacer un trabajo por mandato expreso de un profesor. Pero ahora quería ser autónomo. Aunque antes o después tendría que ceder a la apisonadora de la tecnología, un sexto sentido me decía que alargara la cuestión todo lo que pudiera. La madre, su gran aliada en esta historia, me presionaba para que le abriera una cuenta de correo con frases en las que pretendía quitar hierro al asunto: Otros amigos ya tienen messenger…, no va a ser el primero en tenerlo…, yo controlaré lo que haga…, es sólo un niño y cosas por el estilo.

Anoche, al llegar a casa, ambos me esperaban con el ordenador encendido…

¡Ya está! ¡Ahí la tienes!…

Su cara dibujaba una sonrisa de oreja a oreja. Sacó una libreta y empezó a agregar amigos, todos de su mismo sexo: pepitominina, juanchatachán, pedropericoperiquete,... En esa tarea estaba concentrado el niño bajo la atenta mirada de sus ascendientes, que en este caso éramos su madre y yo, cuando de repente se abrió una ventana en la pantalla y apareció “la ella”. ¡Ya estamos!, pensé para mis adentros. Ahora es cuando se lía…

Con un hola soy Fulanita empezó la conversación. Ya lo sabía, dijo él. La madre contemplaba la escena y sonreía con satisfacción, creo que porque comprobaba que lo del messenger y su teoría del “no pasa nada” funcionaba a la perfección, hasta que la chica – no habían escrito más de cinco renglones, lo juro – le dijo: Dice Cris que eres muy guapo…

Entonces… entonces la cara de esa madre empezó a cambiar y el que reía por dentro era yo. Dos frases más tarde ella le dice: “Besazos para ti”. Sin prolegómenos. Sin anestesia. Sin más… A mí me entró la risa floja y pensé que aquello no iba a acabar bien. Un renglón más tarde la chica aclara: “Los besazos son míos, no de Cris…”

Ya no pasó nada más. Se oyó una voz del cielo que gritó “¡Apaga eso inmediatamente!” y un suplicante “espera por lo menos que le diga adiós”.

Lo siguiente que se pudo escuchar en aquella estancia, entre grandes carcajadas del que suscribe, fueron mis palabras hacia la mujer que domina mis sentimientos sin darme cuenta: Te lo avisé…

Intentos…


Alargas tu sombra cada día, buscando quizás una entrada a la inmensa guarida, esa que esconde los correteos de una fría serpiente de hierro. Una y otra vez sientes como rasga sin piedad tus entrañas y mueve a cada instante los cimientos que te atan a la tierra. Cientos y cientos de hormigas se te han adelantado. Vas. Vuelves. No hay remedio. No puedes enfrentarte - no lo intentes - a semejante ejército de soldados sin cabeza ni destino, a un vaivén acompasado de cuerpos que nunca llegan a donde van, que siempre vienen de no sé dónde.


Intento sorprenderte cada día, que descubras poco a poco que estas letras, inconexas muchas veces y pueriles en su origen, no son nada sin que tú, que no me miras, les concedas un sentido. Intento averiguar cada mañana si el sol que se escondió tras tu regazo, es el mismo que se esfuma en lontananza y dibuja como nadie los paisajes de mis sueños infantiles. Intento comprender cada momento los misterios que se esconden en la dama que sostiene tu figura. Intento ser yo sin que absorbas cada palabra que circunde mi cerebro y que el verbo que te embauque y que te hechice se conjugue en el nosotros. Intento…, nunca puedo, sobre todo porque vuelves a inundar mi inteligencia con promesas de otros tiempos.


Luego vendrá la noche. La serpiente en el reposo no podrá contemplar las alegres vestiduras. La luz que desprendes te hace sentir como una reina. Una refinada cortesana se transforma sin el sol en Señora del Sena y se regocija con un triunfo momentáneo que las gentes, ya dormidas, nunca podrán comprender. Yo lo descubrí. Por eso lo cuento…

 
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