Évora



Évora olvidada… Cuando no estás cerca de mí extraño tus callejuelas empedradas que se adornan con faroles que no alumbran, los rincones sin gentes que te habitan y me pierdo en los silencios más profundos que desgrana el humo de los rojos tejados que uniforman tu paisaje. Si Geraldo el “sem pavor” regresara a tus entrañas y padeciera la terrible y angustiosa soledad que te transpira, el cansado abandono que te viste, la desgana evidente de tus romanas ruinas, levantaría de nuevo sus armas contra la injusticia y contra esos Almohades que hoy gritan de júbilo porque sus murallas, tantas veces derribadas por tus huestes, lucen esbeltas en las ciudades que ya no vigilan desde la otra parte de la raya. Oh, Portugal, ayer pintaste tu figura terrenal con fortalezas y hoy condenas a vivir a los insumergibles nietos de Viriato al borde del mar, olvidando que tu gloria también se forjó en esos parajes, en aquellos páramos, en nuestra encrucijada. Oh, Portugal, nunca sabrás lo que perdiste arrebatando su importancia a la alentejana dama de la casa de Avís. Qué triste y sola quedó entre los campos tu hija más querida. Évora olvidada… Évora querida…




La memoria frágil

Tomad si queréis de él:
es mi verso
y será desterrado
por vosotros,
y por todos los hombres
al cieno del olvido.

José María Jurado.

Él dice que la poesía lleva ardiendo en el pecho de los hombres cientos de siglos y que apostar por ella es apostar por lo más noble. Y no sé si es verdad porque no alcanzo… Él quiso reencontrarse con el que un día fue y descubrió por el camino que sigue siendo el mismo. Y no sé si es verdad porque no alcanzo... Él nos mostró en este libro, acendrados, compactos, sus versos del ayer que vienen hoy con el sigilo de una letra muda pero con la gallardía del mástil presumido que asoma en la minúscula. Y no sé si es verdad, porque no alcanzo… Él no quiere perder sus orígenes – nunca quiso – porque su infancia son recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto claro donde madura el limonero. Y tampoco sé si es verdad porque en el huerto de sus sueños, que en parte fueron los míos, vive una gran encina que cobija entre sus brazos años de vivencias e ilusiones, de ésas en las que se forjan los poetas.

Y por lo que alcanzo a comprender, en su vida, perdón, quise decir en su libro, está recogido el yo pero también el nosotros, el antes pero también el después, el ahora y sobre todo, añado sin complejos, el todavía. Un escritor es escritor cuando publica. Y él tiene un libro. Y sin embargo, un poeta es poeta siempre. Con libro o sin libro. Y él siempre fue y será un poeta. Ahora también tiene un libro, pero eso es lo de menos.

Ah, se me olvidó decirles que también es mi amigo.


José María Jurado en la presentación de La memoria frágil, la letra hache minúscula de la colección “abeZetario” que edita la Diputación Provincial de Cáceres.

Sólo un momento…




Cuando te voy a escribir
se emocionan los tinteros:
los negros tinteros fríos
se ponen rojos y trémulos,
y un claro calor humano
sube desde el fondo negro.
Cuando te voy a escribir,
te van a escribir mis huesos:
te escribo con la imborrable
tinta de mi sentimiento.
Miguel Hernández.

Delante de este lienzo blanco que me invita a contar y a cantar cosas, a ir - como lloró el poeta en Orihuela - de mi corazón a mis asuntos, reflexiono sobre los últimos acontecimientos que rodean mi existencia y sé que algo ha cambiado. Volviendo a este lugar, en el que nacen y mueren las palabras, sé que las ganas de escribir están de nuevo presentes. La cabeza utiliza mecanismos para convencernos de lo que somos o nunca seremos, para decirnos verdades o engañarnos sin piedad con cualquier excusa, para hacernos ver que ordena y manda habitualmente sobre nuestras intenciones, para contarnos mentiras que luego, a su propia conveniencia y antojo, terminan siendo importantes o banales. Pero ella también se sorprende... A veces ocurre que la vida te arrastra a otros lugares, a otros juegos, a otros quehaceres y olvidas lo que hacías en el diario. Y te separas de ello sin darte apenas cuenta. Pero un día, el más pequeño detalle te hace volver a aquello que más te gusta, como si no hubiera pasado nada. Y la verdad es que nunca pasó nada…

La otra noche acudí a la presentación de un libro. Sé que los tiempos se han alargado en la publicación de historias, sucedidos o relatos en este artefacto virtual que tanto me quiere. Sé que unas veces se prolongaron porque decidí hacer el camino hacia dentro y escribía sólo para mí. Pero también sé que en los últimos meses este no era el caso y esta edad que me ahoga convenció a mi otro yo, el agreste, para trabajar más en lo físico que en lo intelectual, que supongo también hacía falta. Creo que, como en otras ocasiones, el señor que vive dentro de mí y me cuenta las cosas que luego escribo dormía. O simplemente estaba cansado por tanto e inesperado ajetreo. Y todo esto que transcribo viene a cuento porque durante la presentación de ese libro (un libro de miedos), pude comprobar que mientras la voz grave del autor daba vida al trabajo elaborado en soledad, cuando ese autor hacía partícipes a los demás – que en este caso también era yo - de una obra cuajada en el silencio, hice de algún modo mías sus palabras y volvieron de repente las ganas de escribir, de desnudar sentimientos, de sentir la emoción de los tinteros. Y me vi dentro de él. Y deseé plantarme de nuevo ante ustedes, si acaso hay alguien ahí detrás, para contárselo.

Duro sólo un momento, pero fue un momento que me ha traído de nuevo hasta este extraño lugar donde se mira sin ser visto, donde se esparcen compulsivas y libres las palabras.

 
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