Rarezas...



Esta noche la ventana que me habla me lleva a otro lugar, cerca de lo indiscreto, lejos de lo cotidiano, de lo que bien me hace.

¿A quién le interesa una verdad si no es su verdad? Hoy se me ha vuelto a caer el cielo encima de lo que tiento y la luna, tantas veces reflejo de lo que miro, se marchó con un cometa sin despedirse, se enamoró de su cola, llevándose la sonrisa. Ya no hay tren en ese andén que espere a lo que no llega. El penúltimo salió ayer... El agua de su antigua chimenea se evaporó en el horizonte de su traqueteo sin calmar una voz ronca y seca como la que me ocupa. ¿A quién le interesa esa verdad si no se puede cantar? La una y media es un punto en el recuerdo que acompaña perenne lo que veo y la maleta que me arrastra, la que guarda mis conjuros, se perdió en el aeropuerto de la ciudad de los espejos, donde todos se miran a sí mismos. Tengo un calendario repleto de fechas que manejan a su antojo lo que no se olvida. Tengo un orden y un concierto anclados a la memoria. El concierto fue un fracaso. El orden calló y cayó desvalido entre el tumulto de los indecisos. ¿A quién le interesa una verdad que no se puede contar? Si te pudiera decir… Si te pudiera cantar… Si te pudiera contar…

Sé que yo también seré tan sólo una fecha en el calendario de otros, pero eso será mañana… De momento todavía sé quién soy y guardo los recuerdos a buen recaudo.

Si es cierto que todo está en su sitio ¿por qué me sigue doliendo la cabeza?

 
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