La tierra que piso...


Vivo en un vergel. Mi tierra, tantas veces denostada por aquellos que creen ser adelantados, es un paraíso durante la mayor parte del año. Sólo el tórrido verano - que también tiene sus encantos, aunque hay que saber mirarlos - parece reflejar hacia fuera señales equivocas de sequedad anual y amarillos perennes.




Hace unos años pensaba que esa belleza era la gran desconocida del país en el que vivo y que había que poner todos los medios del mundo para contar cómo las encinas, formando arboleda, guarecen de las inclemencias del tiempo a ciervos, cochinos y demás especies protegidas, cómo la primavera se refleja en el jaral como no puede hacerlo en casi ningún lugar, cómo huele el campo en el otoño de sus valles, cómo corre el agua sin mancha alguna…





Ahora soy mayor y he comprendido. Ahora sigue siendo, aunque en menor medida, una gran desconocida, pero ahora no es el tiempo de contarlo. Ahora disfruto de ella como no lo había hecho nunca y entiendo que no hace falta que el adelantado venga a decirnos cómo es su futuro ni cómo tienen que ser las cosas bellas. De eso entendemos nosotros. Desde hace tanto…


2 comentarios:

UnaExcusa dijo...

Yo la disfruto.
No reivindico nada.
Donde no hay mata, no hay patata, dice una amiga mía de Monterrubio de la Serena. Sean adelantados o se lo crean ellos.
Me ha gustado.
Lo que no sé es qué le ves de encantador a unos meses que la mitad de los días te obligan a dormir en el suelo.
No todos tenemos aire acondicionado ni elevalunas eléctricos.

alelo dijo...

una excusa dijo:Lo que no sé es qué le ves de encantador a unos meses que la mitad de los días te obligan a dormir en el suelo.

No todos tenemos aire acondicionado ni elevalunas eléctricos.


El año tiene doce meses. Diez de ellos – el 83 % - “nuestra” tierra es un vergel. Sólo hay dos meses (que son los que ofrecen una imagen equivocada al “adelantado”) de tórrido verano y amarillos perennes en los que a veces apetece o no hay más remedio que “dormir en el suelo”. Aún así – por eso digo que hay que saber mirar sus encantos – hay lugares que no sufren esos rigores climatológicos y nada tienen que envidiar al Norte del país. La Sierra de Gata, el Valle del Jerte y la comarca de la Vera son ejemplos de lo que digo y en Hervás, Piornal o Robledillo de Gata se duerme bien hasta en agosto – algunas noches hay que arroparse, doy fe de ello -. Y no hacen falta ni aires acondicionados ni elevalunas eléctricos.

Me alegro de que te haya gustado.

Publicar un comentario

 
subir