Yo estuve allí…


… Aunque eso ocurrió nueve meses después de la caída y ciento veinticinco muertos más tarde de su construcción. Entonces, en el verano del año 90, no quedaba casi nada en pie de aquella raya que separó los dos mundos y sólo pude contemplar unos cuantos metros de ese muro de la vergüenza que los políticos habían dejado como testimonio de lo que una vez ocurrió, tal vez para que los turistas como yo nos pudiéramos entretener, tal vez porque quisieron enterrar en el periodo más breve posible los recuerdos de una terrible historia.

Me sorprendió Berlín y la cantidad de árboles (todos catalogados) que poblaban sus calles y parques, fruto del “Contrato del bosque permanente” de 1915. Me sobrecogí en un pedazo de bunker con las paredes convertidas en galería de imágenes de aquellos seres grises con “cara de malo” y galones que exterminaron como pasatiempo y la ingrata compañía de la voz de Hittler arengando a las tropas como melodía de fondo. Me impresionó Nefertiti - ¿qué hace allí? - en el Museo Egipcio, antes de su restauración y de su actual traslado a la Isla de los Museos. La Potsdamer Platz, el Checkpoint Charlie, las obras de remodelación del edificio del Reichstag, la impactante imagen nocturna de la Iglesia Memorial Kaiser Wilhelm bombardeada por los aliados en la Batalla de Berlín y restaurada en cristal, la Alexanderplatz y los 368 metros de la extraña torre de la televisión (testigos privilegiados de la vida del Este), la archifamosa Puerta de Brandeburgo y la Columna de la victoria son lugares emblemáticos de la capital que no hace falta descubrir porque cualquier visitante puede conocer en uno de esos tour, “a paquete completo”, en los que el guía va cantando y contando desde el primer asiento del autobús eso de “a la izquierda tienen ustedes el Museo Antiguo y a la derecha una señora típica alemana que se acaba de comer una salchicha de Frankfurt con chucrut y mostaza”.

Pero en aquel viaje la liberada zona roja (no sólo la alemana) y sus ciudades prohibidas eran el objetivo. Además de Berlín pude recorrer Leizpig, Dresden o Postdam en Alemania o ver Praga y una prostitución infantil de carretera amparada por los propios padres en sus alrededores, Bratislava, su pobreza y su semejanza con cualquier ciudad del interior de Portugal y la Budapest de la “Tierra de los hombres” o magiares que beben “Unicum”, un licor que sabe a rayos y que destroza para siempre a 40º la garganta del que se atreva a probarlo.

De todo ello, de todo lo que pude asimilar durante el recorrido, hay tres cosas que destacaría sobremanera después de tantos años: La cantidad de grúas que se alzaban sobre los tejados de cualquiera de las ciudades rojas – el paisaje era irreal -, la falta de gente en las calles de Leizpig o Dresden y, sobre todo, la cantidad de antenas parabólicas recién compradas que poblaban las fachadas uniformes y tristes de los edificios de la Alemania del Este o Chequia. Cualquier pueblo o ciudad que atravesaras estaba repleto de pequeñas plataformas amarillas que como hongos daban color a los edificios. Supongo que tras muchos años de información unidireccional o, simplemente, por la absoluta carencia de ella, los habitantes, ávidos por conocer el nuevo mundo, antes de tirar el Trabant, buscar un trabajo mejor remunerado en el paraíso del Oeste o intentar adquirir una nueva casa en cinco mil cómodos plazos, buscaron saber. Porque entonces y ahora no hay nada peor que no saber qué es lo que pasa. Y ellos habían estado durante muchos años sordos y ciegos. De eso no tengo dudas. De otras muchas cosas sí, pero ahora no vienen a cuento.

5 comentarios:

alelo dijo...

Me ha comentado una mujer que vive en mi casa que no fue nueve meses después de la caída del muro cuando fuímos a Berlín. Estuvimos en el 91 y no en el 90. ¡Ya me parecían a mí muchas grúas para tan pocos meses de libertad!

José María JURADO dijo...

Yo estuve en Alemania el 2 de Octubre de 1990 y eran 2 países, en Aquisgrán con los Pachi boys, al día siguiente eran uno sólo. Pero ya nos habíamos ido a Holanda. Y nadie en toda la RFA quería arrejuntarse con la RDA, nadie, esa era la verdad.

Los viajes que no hice dijo...

Yo no he estado nunca. Pero todo el mundo que conozco que ha ido a Berlín está enamorado irremediablemente de esa ciudad...

Camy dijo...

Berlín es la escapada que preparo, pero necesito al menos siete días y ahora no es posible.llegará. Me acordaré de tus sensaciones y seguro que las mías serán distintas; al menos, no habrá tantas grúas ¿ o sí?

El resto de las ciudades, salvo Praga que conozco, me ha hecho recordar, incluida Berlín, sus monumentos y calles, al libro durísimo que leí hace poco "Los Benévolos".
::))

alelo dijo...

A Los viajes.- Pues sí, aunque este año probablemente será todo más caro por la publicidad gratuita del 20 aniversario de lo del muro. Espera al siguiente.

A Camy .- Creo que algunos días menos se podría hacer. Y lo de las grúas no lo sé porque en aquellos días tenían que reconstruir todo.

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