No. No me refiero al fenómeno meteorológico, pero podría ser porque algunas veces me produce sequías extremas, grandes inundaciones y violentos huracanes. En buen sentido, eso sí, pero eso es lo que consigue hacerme sentir el condenado preguntón en mi interior, si es que tengo interior.
El otro día me lo encontré interrogando a la mujer que domina mis sentimientos sin darme cuenta. ¿Es éste tu número del móvil? Sí hijo, muy bien, ese es. ¡Qué listo eres!, le decía la madre. Era ese momento uno de esos momentos en los que el que suscribe - que soy yo - está orgulloso de su herencia y habla de “mi hijo” en lugar de “mira la que ha preparado tu hijo”, pero eso no viene a cuento ahora.
Siguió con su interrogatorio particular: ¿Es éste el número del móvil de papá? Por supuesto que sí, ¡qué memoria tienes!, le contestó de nuevo con cariño. Ahí, como ya tenía el sentimiento de paternidad exaltado, confirmé a mis pensamientos que la madre hablaba de memoria, pero quería decir inteligencia, como la mía.
Volvió a decir en alto nueve dígitos, que son como los números pero cuando nos referimos al teléfono o a cualquier cosa moderna, ante el asombro de su progenitora: ¿Es éste el número de teléfono de casa? ¡Requetebién! Le contestó por tercera vez animándole, sabiendo perfectamente que lo único que no le hace falta a ese niño – o a cualquier niño en general - es que lo animen, que luego pasa lo que pasa.
Durante un instante se hizo el silencio. Durante un instante no hubo preguntas. Durante un instante no hizo falta responder. Pero se acabó ese instante y el que respondió fue él: ¡Perfecto! ¡Ya puedo perderme tranquilamente!
1 comentarios:
jejejeje.mientras sea vuestros números los que se sepa...
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