En verdad, al ir, me perdí en meditaciones abstractas, viendo sin ver los paisajes acuáticos que me alegraba ir a ver, y al volver me he perdido en la fijación de estas sensaciones. No sería capaz de describir el más pequeño pormenor del viaje, el más pequeño trecho de lo visible. He ganado estas páginas por olvido y contradicción. No sé si eso es mejor o peor que lo contrario, que tampoco sé lo que es. Pessoa.
El sillón del lugar donde habitualmente escribo echó en falta mi apariencia y presencia reales. Se me aparece ahora más confortable que cuando partí en busca del descanso y la desconexión.
Encontré el descanso, sí. Estaba allí, en aquel lugar lleno de arena bajo el sol, justo detrás del agua. Y también encontré, en cierto modo, la desconexión. Y digo en cierto modo porque he vigilado en la distancia, un día sí y otro no, la blogosfera. He sido un mero espectador de lo que hacían los que se quedaron o los que no se desengancharon: Sólo encontré, por culpa de “una excusa”, una solitaria “caverna” que me hizo romper una vez mi deliberado silencio (ellos ya saben).
Tuve intenciones y tentaciones para escribir, para decir algo. No he querido. No he podido. No he sabido. Sólo me apetecía contemplar desde la atalaya que me proporcionaron un “uesebé” y un portátil lo que hacían los demás. Y lo he pasado bien, esa es la verdad. Y he descubierto cosas nuevas, como casi siempre que no soy yo el que habla.
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