Permanezco en silencio delante de un papel desnudo que me interroga sin pudor, que hace compuestas preguntas a un ser en origen tan simple, incauto diría si no fuera porque todo está escrito. Quiero plasmar enormes y vívidos sentimientos que me ahogan más desconozco el lugar exacto dónde se pueden colocar. En el entretanto, el calendario me recuerda que pronto tendré que hacerlo, quiera o no, pueda o tampoco. Tengo la vista clavada en un blanco inmaculado que espera con paciencia lo que no puedo contar, lo que no sé decir, lo que no estaría bien publicar en esta parte de la historia. Hace tiempo hubiera podido vencer estas penumbras articulando palabras gratuitas, de esas que regala el conocimiento en días de gloria, cuando los hay, si acaso existen, y verbos conjugados alegremente en el ser o el estar, acaso en el parecer.
Hoy no. Hoy mis devaneos esperan la llegada de la primavera sentados en el pretil de ese antiguo puente de piedra cubierto de vida por el que el hombre de ayer no volverá a pasar, nunca pasará. Hoy vigilo las limpias aguas que corretean entre sus piernas, por si algún desalmado, aprovechando obligadas ausencias, las quisiera robar. Y le pongo puertas al campo esquivando imposibles, sorteando malas artes, eludiendo desengaños que pudieran brotar en cualquier terruño.
Hoy vigilo una sombra que se alejó de la materia sin permiso en un día de verano, que abandonó la sierra que vio nacer la resolución y el carácter de tantos otros, aquellos que guardaban celosamente en los adentros, para sí, algo que nunca acaba de cuajar.
Hoy estoy preparado para que aquello que un día soñé se cumpla, sin saber por dónde y con quién empezar…