De cómo estoy me hallo tan incierto
que en vivo ardor temblando estoy de frío;
sin causa alternamente lloro y río;
abarco el orbe pero nada advierto.
Es todo mi sentir un desconcierto;
un fuego el alma, la mirada un río;
de pronto espero, al punto desconfío;
ora divago, de repente acierto.
Estando en tierra al Cielo me levanto;
milenios son mis horas; ningún día
he podido vivir sólo una hora.
¿Pregúntasme el por qué de este quebranto?
Responderlo no sé... Tal vez sería
sólo porque os miré, dulce Señora.
Luis de Camoens.
Sevilla, Madrid, Barcelona, Alicante, Sevilla otra vez, Madrid de nuevo, Guadalajara tres veces, Barcelona,… y así hasta septiembre. Voy a recorrer – ya lo estoy haciendo - de punta a punta la piel de toro. Voy a hacer más kilómetros que un camionero. Dejo atrás casa, esposa y niños, aunque no por ese orden. Voy en busca del futuro, que como casi todo el mundo sabe es renovable, pero yo… yo lo que quiero es ir a Lisboa. Y no me dejan.
Lisboa, la Dama triste, la Señora del Estuario, la dueña de mis evocaciones. Lisboa y sus callejuelas peinadas de farolas a media luz entre la bruma nocturna y cables de acero. Lisboa y sus antiguos tranvías rojos y amarillos de madera, con su sentido traqueteo y sus amables carteristas. Lisboa y su río que quiere ser mar pero no sabe cómo. Lisboa y un apetito despierto al olor de sus tabernas con sabor a fritura de pescados y marisco fresco. Lisboa y las letras de Camoens, Chiado y Pessoa. Lisboa y yo, un fin de semana cualquiera. No pido nada más.
Quiero sentir que estaré allí, cuando ella despierte. Quiero pensar que estaré allí, junto a su sombra. Quiero disfrutar de su reverso, de las traseras de su memoria, callejear sin destino mientras un fado rasga sin piedad la garganta del viejo trovador. Quiero beber de esas fuentes donde se bañan la saudade y el desasosiego. ¿Cómo puedo explicarte qué significa esa ciudad si no has sufrido su aguijón, si no has andado en su memoria, si no has ayudado a sus brazos de hierro y hormigón a sujetarla al Continente?
¡Quiero ir a Lisboa! ¿Alguien me lleva?
Amor é um fogo que arde sem se ver…