Vuelvo a divagar…



Vagabundeo con un holter colgado del pensamiento para medir el ritmo que baila en mi corazón. Camino por las noches y en silencio – no hay otra hora, ni para andar ni para callar - con la música de Tennessee, El desván del duende o Silvio zumbando en mis oídos. Tengo que bajar otro agujero en el cinturón que me sujeta a ese cuerpo que se atreve a vivir en mí. Necesito acompasar razonamientos y sensaciones porque hoy apuesto por salir de las rutinas y con la música todo parece más fácil, es más fácil. Mañana… mañana no lo sé. En el entretanto rebusco numen y ruego a mis manes para que me protejan a partir de ahora de la miseria que acobarda las economías del mundo que me ha tocado vivir y de la gripe porcina. Eso sí, siempre vigilante y con el dalle preparado por si hiciera falta ajustar la corbata de algún desalmado, un desaprensivo que quisiera interrumpir la tremenda ocurrencia, la fatal osadía de ser uno mismo. Y es que hoy quiero ser yo mismo… No puede ser de otra manera. No puede suceder en otra edad… Mañana… mañana no lo sé.

Ahora que la Red está vacía de gentes y palabras echo de menos esas vacaciones que tarde o temprano llegarán hasta el lugar donde trabajo. Todo llegará.

Y tú te vienes a volar, tú te vienes a volar conmigo… que yo te daré alaaaas...




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