Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,
botón de pensamiento que busca ser la rosa;
se anuncia con un beso que en mis labios se posa
al abrazo imposible de la Venus de Milo.
Adornan verdes palmas el blanco peristilo;
los astros me han predicho la visión de la Diosa;
y en mi alma reposa la luz como reposa
el ave de la luna sobre un lago tranquilo.
Y no hallo sino la palabra que huye,
la iniciación melódica que de la flauta fluye
y la barca del sueño que en el espacio boga;
y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente,
el sollozo continuo del chorro de la fuente
y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.
Rubén Darío
Hoy sé que no puedo escribir pues he perdido en el trayecto la costumbre, mi gran aliada en esta biografía de lo que alguna vez ocurrió – o pudo ocurrir -. Hoy sé que las palabras abandonaron como cobardes ratas una barca que iba a la deriva y el carel es un abismo sin remos que puedan corregir una dirección equivocada. Hoy sé que no puedo conjugar el verbo que me habita sin anteponer el estar al ser o el padecer al parecer. Hoy, como ayer, olvidé que en el diario está escondido el secreto del todo. Hoy, sin darme apenas cuenta, soy consciente de las limitaciones que lastran al intruso cuando se adentra sin permisos en el reino de las Humanidades. Si la diosa del amor y la belleza pudiera escapar del frío mármol que la aprieta y recuperar sus miembros superiores, tal vez viniera a socorrer en abrazos y besos lo que siento y no puedo explicar, lo que veo y se queda como corolario en el archivo de mi memoria, sin transmitir. Hoy, en un intento fallido de acercamiento al Principado de Felix Sarmiento, observo como ríe Víctor Hugo con la desunión de la vieja Europa mientras Gavidia enseña alejandrinos a una Centro América que sigue durmiendo silenciosa e inerme. Hoy, con estas letras y a mi agreste manera, estoy quebrando de nuevo las leyes de lo imposible. No sé hacerlo de otra forma. Tampoco importa pues los visitantes ocasionales de esta humilde morada – si es que los hay – no me lo tendrán en cuenta…
botón de pensamiento que busca ser la rosa;
se anuncia con un beso que en mis labios se posa
al abrazo imposible de la Venus de Milo.
Adornan verdes palmas el blanco peristilo;
los astros me han predicho la visión de la Diosa;
y en mi alma reposa la luz como reposa
el ave de la luna sobre un lago tranquilo.
Y no hallo sino la palabra que huye,
la iniciación melódica que de la flauta fluye
y la barca del sueño que en el espacio boga;
y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente,
el sollozo continuo del chorro de la fuente
y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.
Rubén Darío
Hoy sé que no puedo escribir pues he perdido en el trayecto la costumbre, mi gran aliada en esta biografía de lo que alguna vez ocurrió – o pudo ocurrir -. Hoy sé que las palabras abandonaron como cobardes ratas una barca que iba a la deriva y el carel es un abismo sin remos que puedan corregir una dirección equivocada. Hoy sé que no puedo conjugar el verbo que me habita sin anteponer el estar al ser o el padecer al parecer. Hoy, como ayer, olvidé que en el diario está escondido el secreto del todo. Hoy, sin darme apenas cuenta, soy consciente de las limitaciones que lastran al intruso cuando se adentra sin permisos en el reino de las Humanidades. Si la diosa del amor y la belleza pudiera escapar del frío mármol que la aprieta y recuperar sus miembros superiores, tal vez viniera a socorrer en abrazos y besos lo que siento y no puedo explicar, lo que veo y se queda como corolario en el archivo de mi memoria, sin transmitir. Hoy, en un intento fallido de acercamiento al Principado de Felix Sarmiento, observo como ríe Víctor Hugo con la desunión de la vieja Europa mientras Gavidia enseña alejandrinos a una Centro América que sigue durmiendo silenciosa e inerme. Hoy, con estas letras y a mi agreste manera, estoy quebrando de nuevo las leyes de lo imposible. No sé hacerlo de otra forma. Tampoco importa pues los visitantes ocasionales de esta humilde morada – si es que los hay – no me lo tendrán en cuenta…
6 comentarios:
Pero qué te ha pasado ahora, ¿no me digas que te has partido el otro brazo y te has quedado cual Venus de Milo?
A Jur .- Nada, que se me va la cabeza cuando leo poesía. ¡Qué te voy a contar que tú no sepas! Lo de la cabeza ya lo tenía yo antes de fracturarme el brazo, amigo.
¿Te cuento algo? Jamás miro a la bella de frente.
He estado más de un rato y más de cuatro largos ratos, observándola de perfil, de medio perfil y espalda. No echo de menos sus brazos, porque SÉ que no merezco su abrazo.
Ahora sé lo que sabes...
Un beso
Ay. La acedia, que decían allá por aquellos siglos.
Pero para no saber, sabes muy bien-
Te entiendo. A veces no se sabe algo duerme, si murió o siquiera si existió alguna vez. A mí tus palabras me parece que están vivas. ¿Pero por que ese recelo ante el estar? El estar, es.
:)
A Camy .- Yo, como dijo aquel hombre, sólo sé que no sé nada. Y cada día que pasa, peor. Y el abrazo, siempre se merece.
A los viajes .- No sé yo si es la acedia o la acedía, con acento en la i y con sabor a pescado del sur. Muchas gracias por el cumplido. Se hace lo que se puede.
A Luc .- El recelo viene porque en el "estar" estamos acompañados y en el "ser" se vive en soledad. Ahí no hay nadie, salvo uno mismo.
Gracias a todos por venir.
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