Me siento a la puerta y embebo mis ojos en los colores y en los sonidos del paisaje, y canto lento, sólo para mí, vagos cantos que compongo mientras espero…
Me siento a la puerta y pienso en lo que fui, en lo que ahora no soy…
Me siento a la puerta y veo un lugar que me habita y no existe…
Me siento a la puerta y siento que el todo está en uno mismo…
Pienso, veo y siento… Mi patria soy yo. Va a donde yo voy. Es la infancia de una calle con piedras y una luz sin farolas. Y un amigo que viene a buscarme a la puerta de casa años más tarde. Mi patria soy tú y un te quiero que dejé por olvido en la vergüenza de un pupitre vacío, que no pudo salir de aquel aula. Mi patria me sigue detrás, en la sombra que retiene silencios por saber demasiado. Es también una ola, una risa y un llanto. Es la claridad y el sol, la letra de una canción común y un verde paraje apartado en la sierra, un viejo colegio y uniformes azules con medias, un futuro a esculpir muy despacio en la dura piedra que me sirve de espejo y revela otro yo. Mi patria no sabe de luchas, de antiguas querellas o disputas vanas porque no es de tierra, banderas o signos, ni de raza o cunas, ni linajes vacuos. Sólo ve mañanas… Es verdad tan real y cercana que siento cómo saca los codos o clava sus uñas para defenderse de las alimañas. Y es, por y sobre todo, un sueño de ojos abiertos que levanto cada jornada y que adapto como quiero a esa figura frágil que me sostiene en el aire. Mi patria viene conmigo y cambia cada día, como cambio yo…
Rarará rarararará rarararará rararararaaaa…
Me siento a la puerta y pienso en lo que fui, en lo que ahora no soy…
Me siento a la puerta y veo un lugar que me habita y no existe…
Me siento a la puerta y siento que el todo está en uno mismo…
Pienso, veo y siento… Mi patria soy yo. Va a donde yo voy. Es la infancia de una calle con piedras y una luz sin farolas. Y un amigo que viene a buscarme a la puerta de casa años más tarde. Mi patria soy tú y un te quiero que dejé por olvido en la vergüenza de un pupitre vacío, que no pudo salir de aquel aula. Mi patria me sigue detrás, en la sombra que retiene silencios por saber demasiado. Es también una ola, una risa y un llanto. Es la claridad y el sol, la letra de una canción común y un verde paraje apartado en la sierra, un viejo colegio y uniformes azules con medias, un futuro a esculpir muy despacio en la dura piedra que me sirve de espejo y revela otro yo. Mi patria no sabe de luchas, de antiguas querellas o disputas vanas porque no es de tierra, banderas o signos, ni de raza o cunas, ni linajes vacuos. Sólo ve mañanas… Es verdad tan real y cercana que siento cómo saca los codos o clava sus uñas para defenderse de las alimañas. Y es, por y sobre todo, un sueño de ojos abiertos que levanto cada jornada y que adapto como quiero a esa figura frágil que me sostiene en el aire. Mi patria viene conmigo y cambia cada día, como cambio yo…
Rarará rarararará rarararará rararararaaaa…
2 comentarios:
Gracias... y no es lo que escribes lo que más me gusta (que también), sino el simple hecho de que lo hagas. UN beso de los grandes
Gracias por venir Conchi. Otro beso para ti.
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