… Llegué muy pronto hasta la plaza del barrio de Rossío donde se iba a producir el evento al atardecer. Nada nuevo bajo un sol que castiga sin piedad el empedrado y que dio luz a través de los tiempos a tantas corridas de toros, desfiles militares y festejos de todo tipo, improvisados unas veces y brutalmente previstos otras, para un pueblo obediente y acogedor. Hasta los arcos moriscos adheridos a la imponente fachada del Teatro María II parecían haber estado allí siempre, incluso antes de su construcción sobre el solar en el que se encontraban los restos del antiguo Palacio de Estaus y su sórdida historia secular. Ese edificio, diseñado inicialmente como alojamiento para los nobles que visitaban la ciudad por negocios o cortesía, se utilizó con posterioridad y durante un largo periodo de tiempo como sede de una cruel Inquisición portuguesa que enjauló en sus sótanos a convictos herejes para después quemarlos vivos en el mismo lugar de la plaza donde ahora se levantan impolutos los monumentos que la embellecen.
Cada ciudad guarda en su memoria una forma de mirarla y sólo el que se preocupa de conocer y estudiar sus entresijos previos es capaz de ver que lo que ahora se antoja hermoso y puro un día fue cárcel y castigo para muchas almas inocentes de otra época. Las cosas nunca son como parecen o como se nos aparecen aunque el ser humano se preocupe una y otra vez de enterrar sus maldades con edificios solemnes, estatuas de héroes a caballo sobre pedestales de mármol blanco, fuentes italianas con caños de agua limpia y peces de color naranja, placas que conmemoran las hazañas de algún aventajado ciudadano o un acontecimiento glorioso de la villa. Y la erigida en el epicentro mismo de la antigua desgracia al primer emperador de Brasil Don Pedro IV, al fin y al postre culpable directo de la independencia de la colonia en mil ochocientos veintidós, no dejaba de ser un parche de oro sobre la grieta de sangre y sufrimiento que un día manó a borbotones desde las mismas entrañas de aquel solado de cantería.
Me encontraba en el corazón de la eterna Lisboa y necesitaba estar todavía más despierto, más ágil de pensamiento, por lo que decidí calmar la sequedad de mi garganta tomando una botella de agua y una “bica” de exquisito café “brasileiro” en las inmediaciones de la plaza, un elixir denso, breve y aromático como ninguno y que tampoco nadie sabe hacer como ellos. La calidad, el tipo de grano, su tueste, el agua elegida y la presión de la cafetera son fundamentales para captar los sabores que atesora el fruto maduro de la planta americana. Así fue como me encontré sin darme apenas cuenta sentado en una silla de la terraza de la cafetería “Nicola”, inmaculado espacio para imperecederas tertulias de escritores y artistas sin rancio abolengo, un lugar donde las palabras anidaron y reivindicaron para la lengua lusitana un merecido hueco a perpetuidad.
Desde aquel privilegiado asiento de hierro pude contemplar de forma sosegada el panorama que me ofrecía la vista del foro, su amplitud, su belleza, sus tiendas de moda, el teatro María II y, sobre todo, la cantidad de personas que iban de un lado para otro sin importarles ni quién era yo ni qué motivos me habían traído hasta allí. No pude evitar que mi pensamiento se transportara al mismo lugar unas horas más tarde, imaginar de forma aproximada cómo sería ese mismo escenario al atardecer, a la hora en que los desconocidos nos encontraríamos por primera vez, si acaso las gentes continuarían habitándolo con el mismo frenesí y el mismo bullicio matutino de sábado de compras y si alcanzarían algunos de ellos a ser testigos cualificados de todo lo que en ese instante aconteciera…
5 comentarios:
Si me permites sentarme contigo, tomaré un cafelito,... yo pago ¿vale?.
No hace mucho visité Lisboa, la plaza del del barrio del Rossío, pero fui de las personas desconocedoras de su historia.
Busqué a Pessoa y quedé embobada con la luz y los atardeceres de la ciudad, sus plazas y rincones.
Si vuelvo, acudiré a tu Dama del Tejo.
Un placer leerte.
A Ricardo.- ¡Hecho! A las cinco en Nicola. Un café y un pastel o "tartaleta" de nata te esperan. Date prisa que no llevo dinero.
A Camy.- Tengo una manía: Quiero saber siempre qué paso en los sitios antes de que yo estuviera allí. Y a veces me sorprenden y me sorprendo. Las cosas son diferentes y se ven diferentes cuando conocemos su historia, muchas veces camuflada tras la belleza exterior. ¿Imaginas la hoguera en el centro de la plaza quemando herejes? ¿Acaso una corrida de toros?
Supongo que encontrarías a Pessoa porque está por todos los rincones de la ciudad.
No olvides que la Dama sólo se deja ver por el que realmente lo desea.
¡lo tendré muy en cuenta alelo!
Sostiene Alelo ...
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