Hoy recibí un regalo por correo. No era una carta llena de promesas para arreglar a buen precio los desperfectos de mi cuerpo. Tampoco una misiva donde se me felicitara por haber sido elegido entre catorce millones de personas para participar en un estupendo sorteo. Era un pequeño paquete de papel antiguo que contenía un “cedé” en el que un Feliz Navidad 2008 abría de par en par unos cuantos villancicos, de los de siempre, de los del corazón.
Introduje el disco en el equipo y presioné el “play”, que es lo que se hace habitualmente cuando queremos escuchar música. La sorpresa que me llevé fue grande cuando aquel artefacto, en lugar de cantar, me habló. Sí, me hablaba a mí. Me contó en la voz pausada de un amigo cómo fui una vez, cómo vivimos la Navidad hace tanto y me recordó (eso no se hace) que ya era un “veterano de la nostalgia”. Me gustó mucho, entre otras cosas porque nadie antes me había felicitado la Navidad de esa manera.
Tienes que saber, amigo Lorenzo, que el de la presencia menuda, el de las carpetas de cartón, el de las canciones en papel gastado… este año no llamará – desde allí, ya sabes, no se puede – pero su agujero se llena un poco con gente como tú. Nos vemos en el cruce para retomar el camino.
Gracias.
4 comentarios:
Muchísimas gracias por tus palabras.
Ni por asomo creo que pueda uno tapar siquiera una parte menor de tamaño agujero.
Pero reconozco que me alegra ver que he podido colaborar siquiera en unos momentos de felicidad y de nostalgía (de esa que nos hace, ¡qué le vamos hacer! algo más veteranos en su cortejo de lo que nos gustaría).
Bonito detalle si señor.
Un abrazo Ale
Ha sido precioso, yo también lo he recibido y es el consuelo de esa llamada que este año deberá sonar con más fuerza aunque sin riiing.
Paso sin hacer ruido.
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