Eso pasó…


Encerré durante unos días el gélido invierno en lo alto de la montaña más alta, esa que guarda en secreto los restos del penúltimo Nazarí, el viejo Mulei Hacén. Cerca del lugar donde el Sultán moro fue traicionado por su hijo, el cobarde Boabdil, existen extraños artefactos mecánicos para el disfrute de unos foráneos que arropan sus cuerpos con extrañas vestimentas de colores y se deslizan por la nieve como si el diablo los persiguiera.

Hoy, en la reflexión del después, recreo mis pensamientos en los míos, en los que allí estuvieron, en los que disfrutaron tanto… Hoy, en lo más profundo de esa misma reflexión, sé que alguien nos vio desde arriba y sonrió.

Abajo, bella y triste Granada, mira de reojo y espera tranquila una visita. Todo llegará…

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Es curioso.Cuando pienso en esos días no recuerdo haber tenido frío,a pesar de tanta nieve.Creo que las sonrisas de todos me daban calor.En especial la que sentía arriba.Esa que siempre me abriga.Un beso

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