Vinieras y te fueras dulcemente,
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
- El pie breve,
la luz vencida alegre—.
Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.
Vicente Aleixandre.
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
- El pie breve,
la luz vencida alegre—.
Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.
Vicente Aleixandre.
Porque a esa edad no existe el frío, ni nada que detenga un pensamiento. ¿Acaso se puede frenar una forma de pensar? ¿Se pueden empaquetar las ideas de los que ya deciden? ¿Quién se atreve a qué! Porque en esa vida sólo importa el hoy; del mañana ya hablaremos. Tal vez o quizás eran palabras inexistentes, imposibles, en la determinación que procuraba eso que llaman juventud y que no era más que un rebosadero de sensaciones a punto de estallar, un torrente sin freno ni compasión, un grito en la noche que no quiere callar, un… un aula sencilla de un viejo palacio repleta de inquietudes, miradas cómplices y ojeras. Y mucha ilusión. Y podías elegir porque eras libre, aunque entonces lo desconocieras. Y podías burlar porque eras grande, aunque fueras inconsciente (¡qué gran palabra y qué olvidada! In-cons-cien-te). Y podías sentir porque… porque eras joven, aunque ahora – me temo que aquí no cabe el antes - es cuando lo sabes, cuando lo palpas, cuando algunos lo padecen.
Pasó implacable el tiempo y cicatrizaron las heridas. Perdón, quise decir las alegrías. Se relajó la sangre en las venas para dar paso a una rutina que se hizo dueña y señora de lo que nos respira, a un acomodo que envolvió en papel celofán nuestros recuerdos, a una tranquilidad que escondió en su última memoria lo vivido, lo amado, lo bebido... ¡Hubo tanto bebido! ¡Hubo más amado! ¡Hubo tanto de todo sin poseer casi nada! Y llegamos a un puerto más seguro, más abrigado, con las aguas calmas y olvidamos de repente que aquellos días, pirata o marinero, capitán o grumete, honrado o filibustero, fuimos dueños del inmenso mar azul. En nuestras cabezas sólo había sitio para vivir el momento; pero siempre ese momento y no otro. En nuestra alma – si acaso la tuvimos, que no lo sé. ¿Lo sabes tú? -, correr, correr y correr era el único objetivo. La única raya que adornaba nuestros ojos dibujaba el horizonte, por muy lejos que estuviera, - todo mezclado, eso sí - entre fiestas y alborotos, sobre exámenes y libros, tras muchachas y muchachos que mañana no estarían…
Hoy lo he vuelto a recordar. Hoy me he vuelto a sentir como entonces. Aunque sé por qué (siempre hay un motivo para todo), voy a escribir ahora y aquí que no sé por qué, que no tengo ni idea. Luego hay gente que lee esto y me pregunta. Y ya no tengo edad para dar determinadas respuestas, sobre todo si pueden ser comprometidas…
Era sólo un recuerdo, una agradable fragancia, un instante en medio…
2 comentarios:
No quiero. Me duele recordar aquel tiempo de sueños e imaginación. Es, creo, mi única y gigantesca cobardía. Hoy será noche de tristeza.
Pues sí y no, Turu. Yo casi nunca quiero porque como bien dices "duele", pero a veces pasan estas cosas y sin darte cuenta se te amontonan en la cabeza todos esos recuerdos. Y les tienes que dar salida...
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