Guardo…


Y si una duda te hace
señas a diez mil kilómetros,
lo dejas todo, te arrojas
sobre proas, sobre alas,
estás ya allí; con los besos,
con los dientes la desgarras:
ya no es duda.
Tú nunca puedes dudar.
Pedro Salinas.
La voz a ti debida.


Guardo una noche sin luna que quiere llover tras los cristales... Y el profundo sonido de un abrazo en el silencio de la madrugada que despierta para siempre al que nunca tuvo tiempo para sí. Después siento que empieza a moverse el espacio que respiro muy despacio, lentamente. Ya no se detiene… A partir de ahí, nada. Desde ese momento, todo. Nada para llenar corazones vacíos. Todo para decidir en el camino lo que realmente importa.

Hoy viene a mi memoria una sonrisa y un nombre. Un tiempo feliz en el prefacio. Una rosa en el epílogo. Un golpe inesperado en el cuerpo del libro que me leía. Y aunque nunca me conformo - me lo impide mi carácter -, me adapto. Soy un camaleón en constante evolución y sigo guardando cartas para no enviar en el cajón de la memoria por si mañana me hacen falta. Sigo buscando en la espesura del bosque el tono que falta en el cuadro. Sigo formando al individuo que quiero ser mañana, si acaso es posible.

Miro el calendario. Todos los días se me aparecen iguales en la forma, no hay duda. Cinco en blanco, dos grises. Y así siempre. Y así todas las semanas. Sólo nosotros los hacemos diferentes. Sólo nosotros podemos pintarlos de otro color. Ahora estoy en esa tarea... Sé que es imposible reflejar en la escritura con exactitud cierta un sentimiento sin cometer algún error, sin que alguien equivoque el sentido de la última palabra. Sin que lo confunda yo mismo, que también es probable. No lo puedo evitar. Tampoco me importa y aunque últimamente las letras que muestro van hacia dentro, sé que ahí fuera, donde viven los humanos, existen otras formas, otras maneras de entender. Pero no son las mías, que me esperan cada mañana detrás de lo que pienso y me piden salir al exterior así, tal como las ven. Ahora también he descubierto que la barba que cubre mi rostro ya no me oculta, aunque eso no viene a cuento ahora.

Hoy, cuando todo está volviendo a su sitio, sigo abrazando esa variable. Y no se está mal.

He traído dos flores que no se ven. Pero se sienten. Disfruten de la fragancia que desprenden. Llenen sus ojos con el color. Aprovechen su frescura porque son puras. Las he cogido esta mañana temprano de un sitio escondido… Tuve intención de traerlas ayer hasta aquí, pero concerté una cita con mi destino y no lo pude hacer. Tampoco quise.

2 comentarios:

almena dijo...

Llega la fragancia de tus flores y la de tu hermoso texto.
Y esa declaración de intenciones, que ayuda a seguir, aseguir creciendo

Un abrazo!

alelo dijo...

Gracias Almena.

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