Volví a la encrucijada dónde forjé mi vida sin darme cuenta. Y volví para verte. Todo me resultó muy extraño y, a la vez, muy cercano. Hablé de nuevo con ellos. Todavía sabían de mi amor, lo recordaban con agrado, a pesar del tiempo transcurrido. Los pinos y, sobre todo, su memoria, me transportaron a aquel tiempo en el que pasar junto a ti era una constante ilusión y querernos estaba considerado casi pecado. Pensé que no quedaban testigos, pensé de forma equivocada otra vez.
Pero no te preocupes: esta vez no habrá vergüenzas, el tiempo las ha curado. Sólo quedan cicatrices que marcan mi piel con tu memoria. Debes saber que allí volvió a mi boca el amargo sabor del olvido y el corazón se me incrustó de nuevo entre las cuerdas vocales. Ya no estaban tus manos, ni tu cálido pecho y, sin embargo, te sentí de nuevo.
Han pasado los años, muchos años, y no he aprendido nada. El correr del tiempo nada me ha enseñado. Siempre acabo en los mismos errores y me siguen punzando los mismos dolores. Siempre vuelvo a aquel sitio, a aquel bosque donde contábamos estrellas en las noches de verano. Pero esta vez no tuve en cuenta la memoria de esos pinos que entretanto nos acurrucaban. Ellos no olvidan, no nos olvidan, a pesar de la edad.
Y volaban las plegarias por el huerto… Peticiones acumuladas por el tiempo que el viento trajo y llevó a su antojo, súplicas para ser un poco mejores, un poco más altos, un poco más … Y volaban a tan baja altura que tuve que agacharme para contemplar la esbelta figura de la hermana encina, más guapa que nunca, más elegante, más... Los años, para ella, triste y descortésmente sólo para ella, han sido una bendición. Y no sentí envidia por su buena suerte porque su altanero porte es debido en parte a los cientos y cientos de jóvenes abrazos que plantamos para su abono. Es testigo único de lo que ocurrió. Ella y el espíritu del viejo huesudo que la consagró.
Y llegué hasta el río de la vida, contenido fuertemente en verano para que sus limpias aguas purificaran nuestros cuerpos. Y hablé con los marros que pueblan su suelo. Ya echaban de menos los jubilosos gritos del anual reencuentro. El puente miraba despacio, como casi siempre, casi diría con celos por verme allí abajo, entre la corriente y los alegres fantasmas de mi pasado. Luego subí a verle. Me enseñó sus vistas y la madreselva que ahora y desde siempre arropa sus piedras...
Me detuve un rato junto al viejo refugio. Descargué mi peso en el sombrío poyete que junto a cientos de espaldas lo sustentaron desde el comienzo. Sólo quería decirle adiós de nuevo. A pesar de la brocha y los tintes, sufre en silencio el paso del reloj. Él no me lo dijo, pero se intuía: Parecía añorar otros tiempos. Sus desvencijadas ventanas habían vigilado sin descanso los grandes arbustos del camino del pueblo, su transformación de retoños setos a gigantes tiesos... No era todo triste, era su consuelo, ver crecer la vida, ver crecer lo nuestro... A pesar de reformas y años, conservaba el sabor de lo viejo. Me detuve a decirle "me voy", pero sólo salió un "hasta luego".
Abandono despacio la sierra… los olores, el vino y su pueblo. Dejo atrás el frescor de sus bosques, el correr de sus aguas y el viento. Dejo atrás un cajón de recuerdos por si alguien tiene a bien recogerlos.
6 comentarios:
...y dejé bajo una piedra, donde el agua aún era mansa y bajaba trotando suave, el sencillo rosarito de madera que fue tuyo... el viejo molino era casi una ruina y el delta que formaba el río estaba cubierto de trebol y amapolas... partía el cielo la estela blanquecina de un avión como cientos de trinos de mirlo rompían el silencio... y dejé, bajo esa piedra, en el mismo lugar donde echamos tus cenizas... un rosario que quizá, alguien algún día encuentre...
--Hoy sé que hay una sierra en algún sitio poblada de presencias y recuerdos-- Sepa, también, que hay ríos que bajan al mar llenos de memorias.
ia
Aquella expedición descubrió con asombro que aquella leyenda era verdad. Viejos marinos borrachos en mugrientas tabernas habían contado durante generaciones la existencia de aquel lugar. El cielo se tornó negro en pleno día y la calma se hizo en el agua de una manera absolutamente siniestra hasta convertir las velas cuadradas del viejo bergantín en porcelana. Empezaron a sonar suaves melodías que a modo de cantos de sirena atrapaban la conciencia de quiénes escuchaban como si Ulises aun estuviera vivo. Todo ello se entremezclaba con tenues voces que lanzaban contra el barco variopintos mensajes melodiosos y desgarradores a la vez, bellas promesas llenas de ternura, cantos de amor y pasión… En ese pedazo de mar se habían depositado durante años los recuerdos de muchas generaciones, recuerdos que habían llegado a través de los ríos de la vida y que las corrientes habían transportado gratuitamente. Nunca se pudo fijar el punto exacto del encuentro en los mapas y ni siquiera el capitán se atrevió a inscribir, a fuer de ser considerado loco, en las cartas de navegación los hechos. Aquel lugar estaba en el corazón de cada uno y sólo aquel que pretendiera de veras encontrarlo, lo hallaría para siempre. El mar de la memoria lo llamaron.
El mar de la memoria, alelo.
Quizá ese fuera un sitio eterno, infinito.
Pero ¿seríamos capaces de escuchar todos los cantos? o, limitados como somos, sólo podríamos surcarlo según nuestra capacidad de intuición o escucha?
Un prodigioso lugar, has escrito en unas cuantas líneas.... te lo TENGO que robar. Imprescindiblemente.
Se siennnnnnnnnnte.
ia ;-))
Dijo Ia "...te lo TENGO que robar. Imprescindiblemente"
Te lo robarías a ti misma. Inevitablemente.
Recuerda que ese mar está en el corazón de cada uno y sólo aquel que pretenda encontrarlo, lo hallará para siempre.
Búscalo en tu interior.
He leídos tus posts. Todos.
Están escritos con el alma. Tienen alma.
vengo desde el blog de ia.
me puede la curiosidad... y la costumbre de leer de abajo hacia arriba (con el periódico hago lo mismo: lo leo al revés).
no te asustes :)
decía que abajo te dejé un comentario.
es una opinión muy personal, pero no doy opiniones que no lo sean.
tu post (éste)me trajo recuerdos, muy vívidos (y vividos).
no podría recoger tu baúl de recuerdos porque llevo el mío a todas partes.
y jamás lo dejaría por ahí.
tus recuerdos son sagrados.
un beso.
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