En la imagen hay un solar abandonado. Y dos personas, frente a frente.
Una niebla espesa difumina de sus caras los rasgos que definen quiénes son, quiénes pueden ser, quiénes no serán, quiénes serán cuando haya luz.
Se ven pero no se alcanzan. Se miran, se estudian en la distancia, …
Veo más cosas, pero no me detengo a contemplar las circunstancias que dan lugar al todo. Es posible, no probable, que alguna vez uno de los dos hubiera estado antes en aquel lugar. Con otras caras. Con otras vidas. Con otra edad.
Desconozco si es como lo percibo. Tampoco lo intento averiguar porque me invade el sopor cuando intento pensar en ello.
Uno de ellos soy yo, termino siendo yo.
Giro el cuerpo a derecha e izquierda. Miro hacia atrás. No hay nada. Las otras cosas son nada.
El vacío rodea mi cuerpo.
Lo único que queda está en el frente. Y no sé quién tengo delante. O sí.
La niebla va desapareciendo, poco a poco.
Descubro lentamente la visión y me aferro a lo que no quiero ver.
Se van borrando los cuerpos.
Al final se pierden… como se pierde en el olvido casi todo. O no.
La historia vuelve a empezar:
En la imagen queda otra vez el solar abandonado. Y dos personas frente a frente.
Entonces me despierto… O tampoco, que todo es posible.
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