Ab imo pectore



Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.

Sobre la pena duermo solo y uno,
pena en mi paz y pena en mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.

Miguel Hernández.




¿Quién te quita este dolor que no te duele pero que araña, rasga y rompe tus entrañas? Este dolor sin daño que te duele… este dolor de dentro… ese daño justo en donde duele… Desde un principio sé que te acompañará siempre porque a mí me dolió en el mismo lado… Y cada vez que quiera te recordará que está ahí, agazapado, escondido, acurrucado, disimulado, misterioso… sólo para decirte que te duele… como si no lo hubieras ya notado…


Un dolor que aunque no cura con el tiempo se acostumbra lentamente a tu figura y se enmaraña por tu cuerpo… un dolor de vida y de principio, un dolor tan seco en los adentros…


Hablarás con él, le dirás que sí, que se quede, que te acompañe… pero intenta que no vaya solo. Dile que se acompañe de buenos recuerdos, con los mejores, que para eso están. Dile que se junte con la vida, que siempre estén con él las imágenes de aquella existencia, esa que no puede evitar tener la culpa de que duela…


Y, poco a poco, encontrarás la calma. Y hallarás al hombre que dolió al dolor en su consuelo.





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