Desde el vientre de la majestuosa y verdadera Dama de Hierro, al que acudí con la esperanza de contemplar unas entrañas diferentes, constato incrédulo que su transparencia me moja, no me protege: Tan grande, tan pesada, tan fuerte … y, sin embargo, no consigue detener una simple y débil llovizna sobre el visitador que se refugia bajo sus yerros.
Como hay que hacer una cola de tres horas para contemplar el mundo desde arriba y en ese tiempo llegas, incluso, a pensar… me dije a mí mismo: Visítala por dentro que a lo mejor cierran antes de que te toque el turno para subir. Y por dentro lo que había era lo que recogió la cámara. Ni paredes, ni techo, ni nada...
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