Te veo claramente, desde la otra orilla, a pesar de ese mar de árboles que cortésmente nos separa. La distancia con esa juventud temprana, esa que te trae a mí de vez en cuando, de otoño en otoño casi siempre, no arriba a comprender cómo desde tan lejos te tiento, sin asimilar siquiera por qué no se borraron indesignables recuerdos que tendrían que haber fenecido hace tanto. Y es que a veces me aprietan, en el mismo lugar donde me ahogo, dejando en mí ser los restos cansados de esta triste estación.
Sé que vivo en tu memoria, como agua en la lluvia. Sé que estoy en tu interior, como llave en la puerta. Sé que soy tu conciencia, más allá de los tiempos que pasaron. Sé que sigues reflejando intenciones en el rostro de la luna, que maliciosa sonríe y me dice las cosas que no quería ya saber, desafiando perenne a mis sueños.
Intento detener el tiempo y acaso vislumbrar en el reposo cómo fuiste. Más no me veo a mí, nunca estoy para confirmar lo que digo. Sé que hay pasos que nunca di… por eso no me llevaron a aquel lugar donde quizás, sin remedio ni remiendos, esperaras a otra vida.
0 comentarios:
Publicar un comentario