“Mi alma está triste hoy, triste hasta el cuerpo. Todo yo me duelo, memoria, ojos y brazos. Hay una especie de reumatismo en todo cuanto soy. No influye en mí ser la claridad límpida del día, cielo de un gran azul puro, marea alta parada de luz difusa. No me ablanda nada el leve soplo fresco, otoñal como si el estío no olvidase, con que el aire tiene personalidad. Nada es nada para mí. Estoy triste, pero no con una tristeza definida, ni siquiera con una tristeza indefinida. Estoy triste allí fuera, en la calle sembrada de cajones. Estas expresiones no traducen exactamente lo que siento porque sin duda nada puede traducir exactamente lo que alguien siente. Pero de algún modo trato de dar la impresión de lo que siento, mezcla de varias especies de yo y de calle ajena, que, por lo que veo, también, de un modo íntimo que no sé analizar, me pertenece, forma parte de mí”. Pessoa
Son palabras perdidas, encontradas en un cajón donde guardo las cosas que hay que tener en cuenta. Palabras oxidadas, olvidadas por tiempos mejores que recogieron trigos y cebadas en otros campos. Palabras viejas, si acaso puede haber palabras que envejezcan en el trastero de la memoria. Son palabras que encontré no sé dónde ni por qué – tampoco importa -. Palabras tristes que recupero de vez en cuando para recordar quién fui antes y quién soy ahora. Palabras que me dicen que siempre se puede salir de allí donde uno no quiere estar. Nada más.
2 comentarios:
gracias, mil gracias por recomendarme a Pessoa
con él me siento un poquito menos "sola"
... pues amiga Rosa... si había alguien solo con su solitaria soledad... ese era Pessoa, creo.
Y agachado, nulo, humano a solas conmigo en la poca tiniebla que todavía me queda, lloro, sí, lloro de soledad y de vida, y mi pena fútil como un carro sin ruedas yace al borde de la realidad entre
los estiércoles del abandono. Eso decía, entre otras cosas. Millones de cosas.
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