Tiene que llover para que escriba. Tiene que caer mucha agua del cielo para que se borren para siempre los rastros de la primavera que bloquean mis pensamientos, si es que los tuve alguna vez. La estación de las flores no hace bien a mi estado de ánimos: Demasiados colores para absorber, demasiadas fragancias que aspirar o estornudar, demasiada vida naciendo a la vez… Hoy llueve. Y llueve como si no hubiera llovido nunca. ¡Intensos chaparrones de a quince minutos y a cada hora, oiga! Miles de gotas gordas y frías remojan mi corazón, que parece a estas alturas un garbanzo preparado para cocer.
Cuando esto pasa, cuando llueve como si no hubiera llovido nunca, como si mañana no pudiera volver a llover, como si fueran a cerrar por defunción las nubes del cielo, en la ciudad donde vivo sus habitantes, incluso las personas de buena fe, dejan a un lado el paraguas. En su lugar sacan de los garajes sus polvorientos coches. Así están a cubierto y evitan, de paso y ya que estamos puestos, un obligado y molesto lavado dominical. Entre una y otros se inundan las calles que recorro cada rutina, digo cada mañana, de atascos varios. Y a primera hora el desastre era enorme, dantesco diría si fuera un hombre culto.
Entonces recuerdo que ayer fue distinto y el agua estaba donde debía y tenía que estar. Ayer tuve la suerte de estar con dos amigos ahí, en el centro mismo de la primavera, en un rincón desde el que nace la vida a borbotones. A una hora de casa inicia la savia su larga andadura, se manifiesta la alegría en estado puro y pleno. Sin colorantes ni conservantes.
Lo siento por los que no pudisteis estar porque os perdisteis un espectáculo sin igual. Y para todos los públicos.
Cuando esto pasa, cuando llueve como si no hubiera llovido nunca, como si mañana no pudiera volver a llover, como si fueran a cerrar por defunción las nubes del cielo, en la ciudad donde vivo sus habitantes, incluso las personas de buena fe, dejan a un lado el paraguas. En su lugar sacan de los garajes sus polvorientos coches. Así están a cubierto y evitan, de paso y ya que estamos puestos, un obligado y molesto lavado dominical. Entre una y otros se inundan las calles que recorro cada rutina, digo cada mañana, de atascos varios. Y a primera hora el desastre era enorme, dantesco diría si fuera un hombre culto.
Entonces recuerdo que ayer fue distinto y el agua estaba donde debía y tenía que estar. Ayer tuve la suerte de estar con dos amigos ahí, en el centro mismo de la primavera, en un rincón desde el que nace la vida a borbotones. A una hora de casa inicia la savia su larga andadura, se manifiesta la alegría en estado puro y pleno. Sin colorantes ni conservantes.
Lo siento por los que no pudisteis estar porque os perdisteis un espectáculo sin igual. Y para todos los públicos.
4 comentarios:
Cerca del agua te quiero llevar
porque tu arrullo trascienda del mar.
Cerca del agua te quiero tener
porque te aliente su vívido ser.
Cerca del agua te quiero sentir
porque la espuma te enseñe a reír.
Cerca del agua te quiero, mujer,
ver, abarcar, fecundar, conocer.
Cerca del agua perdida del mar
que no se puede perder ni encontrar.
Miguel
Y sin embargo, y gracias a tus palabras y tus fotografías, es como si también hubiera estado.
Hay algo en la primavera que la hace atroz... hay tal furia, tal evidencia, tanta fuerza en ese fragor de la naturaleza rompiente que... sensibiliza al más pintao!
¡Quién fuera árbol! ¡o remanso de un rio!
it ;-))
Si estropea los caminos...
que llueva
Pues yo necesito que nieve
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