La vida sigue...




Pasó el tiempo de comicios, afortunadamente. Y pasó que ganaron todos, desgraciadamente y como siempre. Todos menos yo, que en los últimos tiempos – será por la edad - no me conformo con nada y sigo esperando un gran pacto nacional que aborde sin complejos temas absolutamente fundamentales para nuestro futuro y el de los que vendrán como la Educación (¿tan difícil es ponerse de acuerdo en un 70% de los temas?), la reforma de una Ley Electoral que refleje las intenciones verdaderas de los ciudadanos o la modificación de un Senado para que acoja la auténtica representación y con atribuciones de los territorios. También sigo esperando, y esto sé que es una ilusión, la llegada de un partido de centro – quince diputados, no pido más - que haga de visagra entre las descomunales fuerzas de la diestra y la siniestra en detrimento de los periféricos que nos ahogan una elección sí y otra también. Y, por supuesto, una reforma constitucional que no diferencie entre ciudadanos de primera, segunda o tercera clase.

Ahora puedo decir, pasada la terrible campaña que nos oprimía sin piedad, que he echado de menos que se hablara de los precios. Sí, ya sé que parece que es de lo único que han hablado los candidatos con esos índices coloreados que nos enseñaban de lejos para que nos fijáramos bien. Pero yo he echado de menos que el uno preguntara y el otro explicara por qué hace un año la compra semanal para una familia de cinco personas ascendía a 80-90 euros y hoy, la misma compra, el mismo carro, el mismo individuo comprando los mismos o similares productos se gasta 120-130 euros. ¿A qué se debe esto? ¿De donde sale ese brutal incremento? ¿También la culpa es del petróleo?

He echado de menos que el uno preguntara y el otro explicara por qué vale más en el “Carreful” la carne de ternera – por poner un ejemplo – que el año pasado y sin embargo el ganadero – auténtico excluido de la campaña electoral – se ve obligado a vender su producto al precio de hace diez años pagando la cebada, el maíz y la avena para alimento al doble de precio que la temporada anterior. Me consta que hay muchos de ellos que han optado esta temporada por dejar las madres “vacías” porque vale más el engorde que lo que les pagan por ellas cuando han llegado a la edad de ser filetes.

Se perdieron los candidatos en el precio del pollo – se repitió el concepto hasta la saciedad y la suciedad – y ninguno explicó por qué el calabacín en las lonjas se paga al agricultor a 20 céntimos el kilo y cuando uno pasea por el “Eroski” lo encuentra a 3,80 euros. O el paso de las judías verdes de 30 céntimos en origen a 5,10 en el supermercado. O los tomates. O las cebollas, O las frutas… ¿Por qué tanta diferencia? ¿No sería más justo que el agricultor cobrara un poco más y nosotros pagáramos un poco menos? ¿No sería más justo que se impidiera gravar los productos más allá de un tanto por ciento y que en las etiquetas identificativas figurara también el precio de origen para que nos hiciéramos una pequeña idea de la salvajada? Y no me vale que se me diga que eso no se puede hacer, que es imposible en un Estado moderno, que es intervencionismo puro y duro porque entonces los taxistas, los abogados, los notarios y un sinfín de profesiones que tienen tarifas establecidas por leyes y convenios estarían más intervenidos que en la China mandarina.

Se habló de la crisis de la construcción en el sentido único de que los implicados especuladores se lo merecen. Más o menos. Pero no se habló de los alicatadores, albañiles, soladores, carpinteros, electricistas, yesistas y un sinfín de profesiones que viven directamente de ese presunto “especulador” y de su futuro próximo. Tampoco se habló de la hostelería y otras actividades varias como los fabricantes de aparatos sanitarios, componentes electrónicos, parquets y suelos de madera en general, ventanas de aluminio, … todos ellos hijos directos de ese presunto especulador y que cargarán en primer lugar con sus crímenes. Y nadie se planteó que en España, en estos últimos 10 años, lo que realmente ha subido es el suelo para construir y no la construcción, ni de la falta del necesario para que la demanda sea superior a la oferta y regule de forma transparente el mercado, ni de las paralizaciones locales y autonómicas de los planes de urbanismo por plazos desesperada, exasperada y exageradamente largos, …

Durante la campaña se nos mostraron los defectos y virtudes de muchas cosas, se nos ofrecieron millones de índices, se nos mostraron infinitas poses… pero creo que se quedaron algunas y muy importante en el tintero. No pasa nada. La vida sigue…

1 comentarios:

Juan Carlos dijo...

Estás nominado para continuar un meme... pásate por la caverna y observa las reglas.

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