Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra,
al luar y al sueño por la carretera desierta,
conduzco a solas, conduzco casi despacio, y un poco
me parece, o me esfuerzo porque un poco me parezca,
que sigo por otra carretera, por otro sueño, por otro mundo,
que sigo sin que haya Lisboa atrás dejada o Sintra a la que llegar,
que sigo, ¿y que más puede haber en seguir sino no parar, proseguir?
Fernando Pessoa.
al luar y al sueño por la carretera desierta,
conduzco a solas, conduzco casi despacio, y un poco
me parece, o me esfuerzo porque un poco me parezca,
que sigo por otra carretera, por otro sueño, por otro mundo,
que sigo sin que haya Lisboa atrás dejada o Sintra a la que llegar,
que sigo, ¿y que más puede haber en seguir sino no parar, proseguir?
Fernando Pessoa.
Has vuelto, amigo, del claro de luna y del sueño, de esa carretera desierta. Ya no vas casi despacio porque no hay Sintra en el horizonte del viaje a ninguna parte. Todo sucedió en un sueño, por otro mundo, por otra vida. El Chevrolet descansa a la luz de un farol, en las traseras de la Rúa de la Fraternidad. En tu silla, eternamente vacía, se espera lo que luego no vendrá. O sí, que nunca se sabe. La pena que te trajo hasta nuestra esquina cuando aún no habías partido se enjuaga en las calles de Lisboa, se disfraza en palabras de amor resquebrajado, se oculta en la noche esperando otra presa. Para siempre, por siempre, siempre…