Celeste


Un diamante de Angola entre sus dedos da brillo a la tarde limpia y azul de la coqueta Plaza de Rossio. Las palomas que habitan entre las dos fontanas elevan sin querer su grávido estar transportando una memoria a la desértica y esclava Cabo Verde, a un pelado terruño africano que guarda con celo en un rincón del corazón. Para ella el Zambeze desembarca en un puerto del Tejo porque Mozambique desapareció de su horizonte personal un abril, con los claveles rojos de la paz. El paisaje de una exótica Macao y el esfuerzo por recordar el trazado de la caligrafía china ocupan su tiempo en el descanso del parque.

Aunque el coronel partió hace años, el devenir de una historia en aquellas tierras que un día fueron Portugal son un bálsamo para cuando llega la edad en la que no hay qué pensar, cuando los achaques vencen por mayoría al cuerpo que la sujeta, cuando sólo queda en él la viuda de un Cónsul que nadie recuerda.

Celeste, impávida, silente, afable si es preciso, educada hasta el final, contempla engalanada en la tarde la luz de Lisboa mientras vigila cómo pasa urgente la vida en los demás.

3 comentarios:

Los viajes que no hice dijo...

Es un buen lugar (la edad, la plaza) para contemplar la vida.

José María JURADO dijo...

Precioso: he podido leer todos los textos. Están muy bien.

alelo dijo...

A los viajes .- A otra edad también es un buen lugar para contemplar la vida. Por lo menos a mí me pasó y creo que tengo todavía otra edad. Un beso.

A Jur .- Muchas gracias. Hoy yo veré la luz torera de Sevilla. Mañana tú vendrás conmigo a saborear la de Lisboa. Todo se andará. La culpa la tendrán los azulejos y sus "deconstrucciones". Un abrazo.

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