Después del adiós una señal en la noche nos empujará a derribar para siempre ese Estado Novo…
Los veinticinco de abril inventan mellas en la curtida piel que hoy se presenta avejentada ante el compañero de algaradas y fatigas. Un pañuelo enamorado cubre el blanco de su techo y la edad que la posee, sin despeinar el alma que entonces tuvo y que guarda en las traseras de sus recuerdos. Treinta y tantos son muchos años y el árbol que un día fue se vence a cada paso, se apaga en cada esquina. Esas calles fueron testigos de cantos pidiendo otra vida que luego pasó de largo por la puerta azul de una humilde morada del barrio obrero, de Gracia. Esas cuestas dieron fe de un pedir para sí, a gritos y en juramento, a la sombra de una encina sin edad, la voluntad de Grándola, Villa morena, tierra de fraternidad.
“Niña de los ojos tristes”, por fin cantada sin escenarios, sin censuras de la PIDE, sin un Zeca que partió, busca miel en la rutina que le endulce un diario despertar. Señora del clavel rojo que marchitó en las siete colinas de los siete miradores, es temprano para amarse y tarde para cambiar.
En Radio Renascença siguen sonando aquel himno… En el atardecer sigue siendo abril.
“Niña de los ojos tristes”, por fin cantada sin escenarios, sin censuras de la PIDE, sin un Zeca que partió, busca miel en la rutina que le endulce un diario despertar. Señora del clavel rojo que marchitó en las siete colinas de los siete miradores, es temprano para amarse y tarde para cambiar.
En Radio Renascença siguen sonando aquel himno… En el atardecer sigue siendo abril.
2 comentarios:
Señora del clavel rojo, me gusta la fórmula y el octosílabo.
Pues te lo regalo, amigo. Un abrazo.
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