Llevo varios días sin historias que contar. Llevo varios días intentando plasmar en el papel sentimientos o historias deformadas convenientemente para no herir las susceptibilidades del lector y, por supuesto, del autor – al que también hay que tener en cuenta -. Llevo varios días en la equivocada creencia de que hay una obligación moral y mayor que me lleva a alimentar de palabras esta bitácora, aunque acaben siendo mentiras. Llevo varios días diciéndome a mí mismo que el blog es un entretenimiento y no una condena a cadena perpetua, una forma de sacar textos o “partes del otro yo vagabundo” que de otra forma nunca llegarían a ser al exterior, que es donde vivimos los demás.
El señor que vive dentro de mí y que me cuenta las cosas que digo y a veces transcribo parece dormir, plácidamente. Un sueño profundo que le impide sostener conversación alguna con alguien tan importante para él como el que esto escribe, que no es otro que el que le soporta y le escucha cuando a él le viene en gana. Y yo, el que vive en el mundo virtual, no soy capaz de juntar una sola letra sin su ayuda. Las cosas que veo y siento no llegan al papel, no creo que tengan una entidad suficiente para ser públicas. A lo mejor las que sí llegaron a los demás en otro tiempo tampoco tenían esa entidad, pero el estado de ánimo fue en ese momento diferente y vieron la luz… o el ocaso, que todo puede ser.
Quizás la primavera - tan querida por unos, tan apartada por mí - está haciendo otra vez de las suyas. ¡Cuán lejos queda el Otoño! ¡Qué largo me lo fiáis Don Diego!
El señor que vive dentro de mí y que me cuenta las cosas que digo y a veces transcribo parece dormir, plácidamente. Un sueño profundo que le impide sostener conversación alguna con alguien tan importante para él como el que esto escribe, que no es otro que el que le soporta y le escucha cuando a él le viene en gana. Y yo, el que vive en el mundo virtual, no soy capaz de juntar una sola letra sin su ayuda. Las cosas que veo y siento no llegan al papel, no creo que tengan una entidad suficiente para ser públicas. A lo mejor las que sí llegaron a los demás en otro tiempo tampoco tenían esa entidad, pero el estado de ánimo fue en ese momento diferente y vieron la luz… o el ocaso, que todo puede ser.
Quizás la primavera - tan querida por unos, tan apartada por mí - está haciendo otra vez de las suyas. ¡Cuán lejos queda el Otoño! ¡Qué largo me lo fiáis Don Diego!